La heroína que me trajo al mundo es una mujer que desde muy pequeña trabajó duro, sin embargo, nunca perdió el deseo de convertirse en profesional y así me dio la lección de vida más importante y que me ha sostenido: no rendirme jamás.
No comparto mucho el gusto por escribir, siempre he creído que ese don se lo repartieron completo a mi hermana mayor, pero cuando me invitaron redactar un homenaje sobre mi madre, me fue imposible decir que no y aquí va mi tributo a esa heroína de carne y hueso que me trajo al mundo en un parto con la comadrona que recibió a casi toda mi generación que nació en mi tierra natal.
Disfruto mucho cocinar platillos típicos y cuando me preguntan dónde lo aprendí le doy todo el crédito a mi mamá, de hecho, ella me enseñó a coser a máquina, amar las plantas, afanarme por ver el piso como un espejo (una tarea que me sacaba las gotas de sudor) y así podría enumerar una lista enorme de acciones y hábitos que son parte mi vida y que solo pudieron ser impulsados por el ejemplo de lo que ella hacía con tanta facilidad.
Además, están esas enseñanzas que llevo impregnadas en el corazón y me acompañan a miles de kilómetros de distancia. Esos actos heroicos que llegaban a través de sus dulces palabras, sus abrazos melosos y apapachadores. La he admirado desde que se desvelaba por estudiar y obtener su título de maestra cuando ya tenía dos hijas adolescentes, así que debía ocuparse del hogar y hacer tiempo para pasar horas estudiando.
En otras temporadas la vi sentada en su máquina cosiendo edredones, cortinas y nuestra ropa. Cómo olvidar sus deliciosas longanizas que hacía con su propia receta y así se las ingenió para aportar en el hogar para que no nos faltara nada.
Ella aprendió a trabajar desde corta edad, siempre nos relataba lo que debía hacer para llegar a tiempo a su escuela, creció en un hogar con pocos recursos económicos, pero eso nunca menguó sus ganas de salir adelante o disfrutar de las cosas pequeñas de la vida, como un buen trozo de pan hecho en casa, bañarse en el río, madrugar para caminar a la orilla del lago de Atitlán.
A pesar de no haber sido mimada ni consentida de niña, lo hizo con sus dos hijas. Nos ha amado con sus tamales, el mole, sus mermeladas de membrillo y sus tamalitos de elote. Nos dio lo mejor de ella, de su tiempo, sus grandes carcajadas, nos mimó con canciones, cálidos abrazos y besos amorosos.
Además, su corazón ha tenido espacio para el perdón, para olvidar rápido las faltas y las ausencias. Hoy que vivo lejos de ella he podido reconocer que su ejemplo me permitió volver a empezar, volver a creer y volver a soñar en que las cosas pueden salir mejor.
Gracias, mamita linda por ser una heroína hecha con puro amor y detalles, por dejarnos un legado invaluable. Soy increíblemente afortunada por tener a la mejor mamá del mundo.
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Lecciones de una mamá humana | Ladrona de frases
noviembre 14, 2021, 7:44 pm[…] También puedes leer: https://ladronadefrases.com/maternidad/la-heroina-que-me-trajo-al-mundo/ […]
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