¡Detente y respira! Yo, hago una pausa entre radioterapias, tomografías, agujas, batas blancas, oxígeno, transfusiones de sangre y citas médicas para hablarte de la importancia de hacer un alto.
¿Qué debes esperar para parar y tomarte un descanso? ¿Qué debe ocurrir para que te tomes un tiempo para pensar en ti? ¿Por qué esperamos a que suceda “algo” para poner nuestra atención en lo que en verdad importa?
Pero, qué es lo que en verdad importa, cuáles son las prioridades en nuestra vida, en qué estamos gastando nuestras fuerzas.
Lo sé, son muchas preguntas y hay muchas más a las que de pronto ya tenemos una respuesta o no la hemos descubierto y lo que nos viene a la mente es una justificación.
Pero el fin de estas líneas es que no esperemos a que la vida nos haga detenernos, detente tú y respira ahora, pero por convicción propia. Porque de pronto la vida te detiene o “te sienta” porque quiere hablar contigo y no le has hecho caso. Te habla y te recuerda cosas que tal vez habías olvidado, te dice que solo has venido a vivir, no a luchar, ni a salvar, tampoco a sufrir, solo a vivir.
Les contaré una historia de cuando te toca detenerte porque no hay otra opción. Desde octubre del año 23 el cielo cambió de color para mí, sí hubo avisos, de pronto me sentía más cansada, apareció un dolor inexplicable en todo mi cuerpo, bajé de peso de manera inesperada y un sangrado que no era normal.
Hay dos escenarios en esta historia, los que tienen pensamientos de fe y esperanza y los que tienen la verdad y necesitan la fuerza para dar una sentencia cada 600 segundos en una clínica fría y descolorida.
Después de una biopsia y varios exámenes, estaba en la sala de ese lugar frío cerca de tantas vidas queriendo ser salvadas. En la espera interminable, muchas historias a mi alrededor: María 23 años, etapa terminal; Marisol 53 años, el cáncer regresa después de 15 años, ahora en la matriz; Leonor, cáncer en la boca grado II; Eimy, recién diagnosticada, cáncer de mama grado I; Norma, cáncer en la matriz fase terminal; Imelda, sobreviviente en citas de seguimiento.
¿Cómo les puedo explicar o describir esa espera interminable con una actitud de humildad o de positivismo? Entonces escucho mi nombre, era mi turno, fue un 13 de octubre a las 10:47 de la mañana, el diagnóstico fue una serie de términos y palabras donde lo único que entendí fue “maligno” y “cáncer”.
Desde ese instante la vida te cambia por completo, miles de veces dije esto me cambió la vida o este trabajo me cambió la vida, pero hoy sí, con certeza puedo decir que esto sí cambia la vida y te detiene por completo. Hay un silencio que no se llena en casa desde entonces, que acompaña las cenas y en las mañanas con mis hijos. Ese “alto” empieza a suceder en las noches eternas a través del insomnio, de la ansiedad o ataques de pánico.
También puedes leer: 7 pasos para desacelerar
Las noches son ahora escalofríos, vómitos, diarrea, fuegos en mi boca, náuseas, dolor de mi cuerpo, de mis articulaciones, en mis piernas, dolor de mi cabeza, ardor de mi pecho y mi espalda, sangrar en mi boca, mis uñas deshechas y no tener hambre.
Mi pausa son radioterapias, quimioterapias, tomografías, agujas, batas blancas, sueros, doctores, medicinas, inyecciones, oxígeno, terapia, fisioterapia, transfusiones de sangre y citas médicas.
Desde ese instante mi reloj ya no marca las horas aceleradamente, he replanteado mi vida, han cambiado mis prioridades abruptamente, esta pausa en la que el dolor vive conmigo, en la que tuve que dejar de trabajar, de poner en pausa planes y proyectos, es la que me hace valorar cada respiro y es por la que vivo hoy un día a la vez.
Sigo en ese detenerme, ¿por cuánto tiempo? No lo sé. Los hubiera no existen y no sé si haber bajado las revoluciones habría cambiado mi realidad hoy; sin embargo, comparto esto públicamente porque de pronto hoy soy la voz de las que no querían parar de esta manera o que ese “alto” no estuviera en esa esquina de esa calle exactamente.
Ahora yo elijo mis pausas, por mí, por mi salud y por la gente que amo.
Deja una respuesta