Aunque ya no esté en esta tierra, el legado que recibí de mi mamá ha sido servir a Dios, cumplir el propósito por el cual fui creada, vivir en esa búsqueda constante de la presencia de Dios y la esperanza de una vida eterna.
Es la primera vez que escribo sobre mi mamá sin tenerla físicamente cerca, sin embargo ahora es cuando más significado encuentro en la palabra “legado” que se refiere a aquello que se transmite de generación en generación”, realmente es una una definición cargada de mucha responsabilidad y alto honor.
Hay tantas enseñanzas que mi mamá me compartió, no solo con palabras sino con su ejemplo. Muchas maneras de admirarla: por su trabajo siempre excelente, su habilidad para los negocios, su creatividad, su talento para la costura, su estrecha relación con Dios y su capacidad para servir a los demás. Y claro, su manera de mantenerse siempre alegre y bien arreglada.
Como madre, fue alguien que me apoyó en cada sueño y cada reto. También me enseñó a ser valiente. Se alegraba conmigo en cada aventura, incluyendo las incontables ocasiones que me acompañó a recitales, obras de teatro musical y servicios de la iglesia en los que me escuchaba cantar y muchas veces ella fue la autora de los vestidos que yo lucía. Además, me enseñó a creer en Dios de una forma sobrenatural.
Tengo el privilegio de hablar de una mujer que, junto a mi papá, cambió el rumbo de su generación en diversas áreas, mi legado no es solamente material sino espiritual. Y así como puedo sentirme honrada, también tengo un reto y una responsabilidad mayor.
No estoy hablando de una mujer perfecta, sino de una mujer que a pesar de sus debilidades decidió rendir su existencia a Dios en todas las áreas y vivir en una búsqueda constante de Dios, alguien que doblaba sus rodillas todos los días y vivía un día a la vez. Alguien que experimentó el perdón en todas sus facetas y que compartió con gracia el amor que recibió de un Dios misericordioso.
Hay un tiempo para todo, así como hay uno para nacer también hay uno para morir; hay un tiempo para plantar y otro para cosechar y yo puedo ver que mi cosecha diaria viene de lo que ella sembró material y espiritualmente. Cuando lo pienso digo: “oh cielos! ¡La vi sembrar toda mi vida!”. En mi corazón siempre habrá agradecimiento a Dios por habérmela dado como mamá.
Cada vez la admiro más y sigo recibiendo comentarios de personas que la conocieron y de cómo ella influyó o impactó sus vidas a través de la oración y presentarles el mensaje de Salvación. Como dice Daniel Chappell “La gente se acordará de nosotros, pensará en nosotros y hablará de nosotros por cómo les hicimos sentir, y ese es el verdadero legado”.
Hay algo mayor que he recibido de ella: me enseñó que podía conocer a Dios de una manera más cercana, algo que tiene que ver con la vida, el propósito, el amor, la verdad y la paz.
El tiempo sigue, y así como sigo cosechando, también sigo sembrando, no solamente para un legado material sino para cumplir el propósito de Dios en mi vida como embajadora de Su Reino.
Siempre será un buen día para celebrar y dar gracias por las mamás, para seguir aprendiendo de ellas todo lo que podamos, para disfrutarlas, para honrarlas y en mi caso, para recordarla.
Y aunque ya no esté en esta tierra, el mejor regalo que puedo recibir de ella diariamente es servir a Dios, cumplir el propósito por el cual fui creada, tener una vida en búsqueda de la presencia de Dios y la esperanza de una vida eterna. Eso me hace tener el legado más grande. Los demás retos que tengo en mi carga, sé que serán más ligeros porque ella me presentó a quien camina conmigo todos los días.
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La oración de una madre | Ladrona de frasessays:
noviembre 7, 2021 at 10:30 pm[…] También puedes leer https://ladronadefrases.com/maternidad/el-legado-eterno-de-mi-mama/ […]