Desde su partida estoy en nuevas aguas, pero me tomaré un tiempo para sentirla cerca, sé que la tormenta no ha terminado y que nunca más volveré a ser la misma, pero tengo la certeza que tendré más días de aguas tranquilas.

Este último tiempo a muchas personas nos ha tocado navegar en aguas tormentosas que nunca pensamos enfrentar.  Este año llegó el momento en que mi mamá realizó el viaje más emocionante de su vida, no puedo dejar de pensar que de mi vida también.

Una tarde de lunes tomó sus recuerdos, nos dejó instrucciones y partió hacia el cielo.  Todos consideramos tener a la mejor mamá del mundo, pero la mía era única, quizá no la mejor, pero sí única.  Dedicó toda su vida a cuidar a los demás, siempre poniendo el interés de los otros antes que el de ella y su inocencia de niña se mantuvo intacta por 80 años. 

Cuando partió sentí que la barca de mi vida empezó a moverse más rápido, como que el viento alrededor tomaba fuerza y se escuchaba un extraño sonido que ya había oído antes, cuando mi padre falleció, así que reconocí lo que sucedía. También pude ver el sol desaparecer tras una nube gris y no sabría en cuánto tiempo volvería a verlo. 

A pesar de ya haber transitado por ese camino de la pérdida, hoy era diferente, ahora el piso, el techo y las paredes de mi casa interior desaparecían, unos me dirían huérfana, otros pensarían que no tenía quién me defendiera o me cuidara, algunos más intensos hasta considerarían que estaba sola sin ellos. En resumen, esta era una tormenta que creía conocer, pero me di cuenta que no, que cada pérdida es diferente, las herramientas que aprendiste te servirán, pero probablemente necesites aprender otras más. 

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Me fui adentrando en la tormenta, sintiendo a veces el mar rodeándome y no dejarme ni respirar, otras noches eran largas al sentir silencio en medio del mar quieto pero que se sentían difíciles, estaba mojada y había frío y creo que solo quería que mi mamá me arropara con la “nena” (mi frazada favorita de bebé), pero ni ella ni la “nena” estaban conmigo, también viví días soleados que me permitían respirar, volver a sonreír y me daba tiempo para recordarme que estaría bien.  

Después fueron llegando los días que la extrañaba más, mi cumpleaños, reuniones familiares y la más complicada, la llegada de la Navidad que para mi mamá era muy especial, pues se preparaba a celebrar mejor cumpleaños de todos, el del Salvador que decidió bajar al mundo para iniciar la redención. 

Ella amaba decorar, sacar sus adornos que coleccionó durante más de 20 años, celebrar con sus vecinas, ver luces de Navidad por todos lados, llamaba a sus amigos para cantar villancicos y se ponía su mejor ropa para esa fiesta. Y aquí es donde me doy cuenta de que mi barco está entrando en una paz increíble, pero el día sigue gris, entiendo que nunca la Navidad será igual, pero puedo alegrarme igual que ella lo hacía, celebrar a mi manera como un recuerdo a sus enseñanzas, que puedo pensar en lo que se fue y llorar, pero también identificar lo que me ha dejado y encontrar fuerza en ello.

Me tomaré un tiempo para sentirla cerca, aunque esté lejos, sé que la tormenta no ha terminado, aún no logro identificar los nuevos mares, pues luego de una partida llegas a aguas diferentes, nunca más vuelves a ser la de antes, pero tengo la certeza que el sol volverá a salir y tendrás más días de aguas tranquilas que me acompañarán.

Si estás viviendo un proceso de esta naturaleza, puedo garantizarte que lograrás salir adelante, vivirás de nuevo y esta tormenta se calmará, avanzarás en el tiempo que pareció detenerse.