Un hijo con talentos especiales

Ser la madre de un niño con talentos especiales te lleva a desafiar todo pronóstico, a través de prepararte para que tu hijo desarrolle su potencial dentro de un mundo con limitaciones.

Las madres tenemos esa capacidad o sexto sentido para percibir cosas particulares en nuestros hijos. Yo empecé a notar que mi pequeño tenía habilidades inusuales para su edad. En una ocasión le canté una sola vez el abecedario y él la cantó completa, las letras, el ritmo y cada palabra la pronunció perfecta. Desde ese momento puse más atención. Noté que hablaba de manera impecable, hacía oraciones congruentes y platicaba con mucha coherencia. ¡A los tres años aprendió a leer solito, su pasatiempo favorito era devorar libros! A los cuatro años era experto en planetas, países, banderas y ya estaba leyendo la Biblia.

Siempre soñé con tener una familia y ser madre. Cuando ese sueño se materializó me llevó a desafiarme de manera increíble. . Con mi primogénito la maternidad me llevó a desafiar todo pronóstico y educarme para que él desarrolle su potencial dentro de un mundo con limitaciones.Alguna vez han pensado lo que significaría manejar un Ferrari en una calle empedrada, así me sentí con mi primogénito. Ser la madre de un niño con talentos especiales … Así 

Después inició su vida escolar. Recuerdo que las maestras me citaron, en plena reunión – y con muy poco tacto- me lanzaron unas palabras y frases que me espantaron: “su hijo es un inadaptado social”, no hace contacto visual, no pone atención y muchas otras cosas más que no hacía…” Como comprenderán, salí llorando de ese lugar, mi mundo se me vino encima e instantáneamente comencé a pensar qué estoy haciendo mal. Ese sentimiento de culpabilizarnos que pasa por la mente y corazón de cualquier padre de familia ante noticias de este tipo, se apoderó de mí.

Agradezco mucho a Dios por los amigos y la gente que ve más allá de lo que yo pude ver en ese momento, con su ayuda terminé en el consultorio de un gran especialista, que después de varios análisis me dijo con un tono muy sereno: su hijo es un Ferrari y las calles de la educación y de este mundo no están listas para su velocidad”. ¡Uff! Ese momento transformó mi vida, enfocó mi visión que las maestras habían distorsionado. Ese día empecé un proceso en el que he aprendido que lo más importante que mi hijo tiene no es su “talento diferente o sobresaliente” sino lo que es: un hombre con un corazón que ama, lleno de dulzura, obediente, con una capacidad de asombro ante lo que descubre cada día. Con frecuencia me sorprende con datos que yo no sabía. Sabe compartirnos lecciones e historias maravillosas sobre lugares recónditos de la tierra y del espacio que constantemente me llevan a pensar: ¡Dios dame larga vida para ver lo que este niño logrará!

Hemos tenido que aprender a vivir con los éxitos de sus notas sobresalientes también a la frustración de que se adapte a un aula con sistemas ideados en masa. Aceptamos que viva en una sociedad que viaja más lento de lo que su mente lo hace.

Hoy, lejos de temores, estoy convencida que no hay equivocaciones. Cada padre y madre tienen la capacidad instalada de formar a cualquier hijo con los talentos que éste tenga. Lo importante es amar profundamente, buscar herramientas y prepararse para ser ese primer educador que ese niño necesita. Al final la semilla que depositamos en su corazón va más allá de información y educación, permanece en ellos para siempre y en su momento dará fruto. Claro, toca aceptar el reto y dedicarnos para que esa semilla bendiga, construya y equipe a nuestros mayores tesoros para hacer un cambio en nuestra sociedad.