Papá, me siento orgullosa de llevar tu apellido, de ser tu hija y de avanzar por la vida con la frente en alto porque tu legado nos respalda y nos inspira.

Papi, hoy, veo cansancio en tus ojos. Pero también veo la sabiduría que solo se obtiene con los años y la satisfacción del camino recorrido. Veo amor para cada uno de tus hijos y más para cada uno de tus nietos. Si pudieras interpretar lo que dicen mis ojos al verte, descubrirías que se resume en la mirada de una hija que ama y admira a su padre como a nadie en el mundo.

Dejaste tu país cuando eras muy joven; desembarcaste en un lugar desconocido, no hablabas el idioma, comenzaste desde abajo y lograste sobresalir trabajando honradamente, con el sudor de tu frente. Ese tremendo ejemplo tuyo me hace pensar: “¿Cómo podría yo hacer menos con mi vida?” Tú me motivas a dar lo mejor de mí cada día. Gracias a ti y a mi mamá, puedo ser una gran soñadora, porque si me caigo, ustedes son mi soporte para levantarme.

Siempre he dicho que en mi padre tengo a mi mejor amigo. Has estado conmigo en cada proyecto, en cada momento de mi vida, en cada paso del camino; me has dado tus brazos llenos de amor cuando no sale bien algo en lo que puse toda mi alma y me has dejado llorar sobre tu hombro cuando me han roto el corazón. Y aunque ya no me llevas de la mano como antes cuando era una niña pequeña, ahora me guías con tus sabios consejos. Sé que contigo puedo caminar hasta el fin del mundo.

Al verte, me veo porque heredé tu carácter, así que visualizo mi futuro con optimismo. Quiero que sepas lo orgullosa que me siento de llevar tu apellido, de ser tu hija y de avanzar por la vida con la frente en alto porque tu legado nos respalda y nos inspira.

Hoy, solo puedo darle infinitas gracias y desearle feliz día al mejor papá que Dios pudo darme.

¡Te amo con todo mi ser!