Ya empiezan los calores, insomnio, cambios de carácter, que ya nos vemos más gorditas, que hay que pintarnos más  seguido el pelo, pero y ¿eso qué?

Tengo 44 y nunca en mi vida me había sentido más plena y más feliz. No cambiaría nada de lo que he tenido que vivir para llegar a esta edad ni tampoco lo que estoy viviendo hoy.

Cierto que ya empiezan los calores, insomnio, cambios de carácter, que ya nos vemos más gorditas, que hay que pintarnos más  seguido el pelo, pero y ¿eso qué? Al fina todos son señales maravillosas de que estamos vivas y estoy convencida que la juventud la llevamos en el alma, no en el cuerpo.

Para mí, llegar a los 40 fue como cumplir 15, 29 o 32… al final cada etapa tiene su lindo y su feo, todo depende del entusiasmo con el que estemos recibiendo a la vida en ese momento.

Me tocó ser mamá a los 22, justo la edad que tiene mi hijo mayor y a él -afortunadamente- ni de chiste se le ocurre pensar en la paternidad todavía, así que la universidad, las fiestas, la vida de soltera se acabó bastante temprano. Me casé un año después y tuve a mi segundo hijo a los 28. A estas alturas del partido no andaba pensando en preocuparme mucho por mí o por mis necesidades y gustos; había que echar pa´delante y velar por los hijos, trabajar duro y acomodarse a la vida familiar.

Para mi gusto, los años pasaron muy rápido, pero conforme mis hijos iban creciendo,  yo tenía más tiempo para mí y para mi esposo. No puedo negar que extraño cuando me pedían que fuéramos al cine, a comer un helado o me necesitaban para hacer tareas, ya que ahora son muy independientes, por eso he tratado de agarrar la vida con las dos manos, así como venga. Tuve que cambiar mis rutinas de cine por un café con mis amigas, el helado con mis hijos ahora lo hago con mi esposo.

Tocando el tema de las amigas, agradezco infinitamente a Dios porque a esta edad puedo decir que tengo pocas, pero buenas, entre todas nos ayudamos a sobrellevar esta etapa de altibajos que nos hacen ser quienes somos.

En mi proceso de crecimiento personal, a los 38 empecé estudiar la carrera que hoy me hace feliz y me encanta; por cierto es una profesión que jamás estuvo en mis planes.

Hace poco me tocó vivir de cerca la experiencia de la muerte de alguien muy joven que vi crecer. Mientras pensaba en lo mucho que le faltó a ese muchacho por vivir, también le pedí a Dios la fuerza y sabiduría para disfrutar los años que Él me permita vivir.

A como va nuestro amado mundo, llegar a los 40 se está convirtiendo en hazaña, así que no podemos hacer menos que agradecerle a Dios cada día así como venga, con problemas, enfermedades, tristezas, pero también con alegrías y felicidad.

¡Los 40 son maravillosos, estamos vivas y eso ya es bastante!