Tenemos que volver a nuestra esencia de mujer, a luchar por nuestros sueños y aquello que tenemos pendiente, entonces ocurrirá que nuestros hijos, nuestra pareja o las personas que nos rodean podrán inspirarse con nuestro ejemplo.
Desde que somos niñas, en esta cultura en que vivimos, nos enseñan y crecemos con ciertos dogmas y paradigmas establecidos que nos circulan la vida y nos “muestran” el camino que debemos seguir para ser mujeres de “bien” o que nos vaya “bien en la vida”. Pero ¿qué es ser buena? o de ¿qué se trata que nos vaya bien?
Es sorprendente cómo al pasar de los años hemos sido dispuestas a una vida en que la mujer debe de dejar todos sus sueños y metas para casarse y tener hijos, dejar de vivir para ser ella y empezar a vivir para todos.
Aunque esto de casarse y formar una familia no está mal, muchas lo hacen y otras lo seguirán haciendo, el punto aquí es que dejamos de ser individuos con anhelos, con sueños y con metas para escoger una vida y seguir patrones establecidos y heredados. Nos hemos olvidado de nuestro crecimiento espiritual o académico y nos encerramos en cuatro paredes para resolverle las cosas a todos, menos a nosotras.
Cuándo fue la última vez que nos entusiasmó la idea de poder estudiar algo nuevo o de retomar ese viaje que siempre quisimos, leer aquel libro que nos gustaba, las aventuras que nunca pasamos, el instrumento musical que hubiéramos querido aprender a tocar, los pinceles que nunca utilizamos… Esa interminable lista de deseos sin cumplir, que se van sumando a una frustración interna que nos pesa en culpa, pero que disfrazamos porque hemos logrado ser “buenas” esposas o “buenas” madres, tan cerca que estuvimos de saber que ser mujer es tan versátil y puro que no tenemos que ser madres o esposas para ser realmente buenas en lo que hacemos.
Tenemos que volver a nuestra esencia de mujer, a luchar por nuestros sueños y aquello que tenemos pendiente, entonces ocurrirá que nuestros hijos, nuestra pareja o las personas que nos rodean podrán inspirarse con nuestro ejemplo.
No es inconsecuente sentirse femeninas, destacar, irradiar belleza, exponer la inteligencia, sobresalir, ser exitosa; al contrario, son la mejor herencia y trascendencia que podemos trasladar. Ser verdadero ejemplo y dejar huella, ser admiradas, porque con todo lo que elegimos, no dejamos a un lado nuestra esencia.
No heredemos sufrimiento y sacrificio, sino éxito, delicadeza, amor propio, sutileza, prudencia, verdad, solidaridad y mucho más de lo que somos y de lo que nos identifica como portadoras de vida en todos los sentidos de la palabra, la esencia de ser mujer. La que tenga la perfecta combinación de metas y sueños realizados con la responsabilidad de sus decisiones y elecciones, es digna de respeto y admiración.
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