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¿Quién habla de la guerra feminista?

¿Quién habla de la guerra feminista?

Me refiero a la guerra que pretende destruir nuestra feminidad con una narrativa que bombardea con mensajes que motivan al odio, promueven el aborto y atropellan el lenguaje.

Acabamos de ser testigos del inicio de una nueva guerra. Hemos visto las imágenes de cohetes destruyendo la ciudad de Mariupol, Croacia. Sin entender mucho dónde se origina el conflicto, han indignado las noticias que nos llegan desde aquél continente.

Más recientemente y mucho más cerca de nuestro entorno, hemos visto horrorizadas las devastadoras imágenes de la violencia dentro del estadio La Corregidora de la ciudad de Querétaro, en el encuentro entre Gallos Blancos del Querétaro y los Zorros del Atlas, del torneo de la liga mexicana.

Son dos manifestaciones totalmente diferentes, pero que comparten un denominador: violencia, una con armas nucleares, la otra con recursos primitivos (trompadas y patadas). En ambas, muchas personas resultaron heridas y despertaron sentimiento de rechazo por ese salvajismo que dista mucho de la civilización que la humanidad ha “construido” hasta este siglo.

Estas guerras tan visibles nos duelen mucho, porque personas inocentes terminan siendo las víctimas, pero esto me lleva a pensar en otras guerras, en esas silenciosas que se viven cerquita. Pienso en la discriminación, en el racismo y todas las diferencias a las que debemos enfrentarnos aquí, en nuestro país.

Particularmente me voy a enfocar en una que me atañe de manera directa y espero que escribir sobre ella ayude a crear conciencia y deje de pasar desapercibida, porque aunque no lo creas también te afecta.

Me refiero a la guerra que pretende destruir nuestra identidad femenina. Hay un bombardeo constante en los medios –que se profundiza este mes de marzo– con una narrativa que presenta el “empoderamiento” como un “combo” donde está incluido el odio al sexo masculino, igualdad y derecho sobre nuestro cuerpo que termina traduciéndose en aborto –a veces el embarazo se disfraza de violación–.

Vi muy pocas expresiones de indignación cuando en Colombia recién se aprobaba el aborto, una acción “legal” que afectará a miles y miles de inocentes víctimas. Contradictoriamente el derecho que ejerce una persona viola el derecho de vida de otra que ni siquiera se puede defender.

Cómo es posible que estas políticas que velan por los derechos de las mujeres estén asesinando a otros seres humanos y esto no se defina como una guerra. ¡Ah, ya me acordé! Es que eso lo disfrazan de feminismo y esta corriente ideológica cuenta con el apoyo de millonarias organizaciones mundiales que velan por los derechos de las mujeres y están interesadas en su educación reproductiva y la lucha por la igualdad.

Además, nunca se habla lo que una mujer que aborta experimenta en su salud física y emocional. Tampoco he visto cómo ese “empoderamiento” combata el analfabetismo o las lleve a ocupar puestos claves en el mundo laboral. No se ha registrado que un lenguaje «inclusivo» cambie la realidad de las niñas en el interior.

Lo que he vivido es el odio contra quienes no piensan igual. No ir a la marcha del 8M a destruir monumentos –todos signos del machismo y el sistema opresor– es un motivo para que nos encajen como tontas y traidoras. Ni qué decir del momento en que públicamente mostramos nuestra afinidad a una corriente religiosa o nos refiramos a la dicha de la maternidad ¡se nos vienen encima para insultarnos!

Hace un par de años, expresé que los movimientos feministas actuales no me representaban y eso me puso un estigma en un grupo. Otra mujer me reprendió diciéndome que no tenía idea de lo que decía, que era precisamente gracias al movimiento feminista que yo podía leer y votar. Y lo tengo claro, aquellas feministas –las originales– nunca odiaron al hombre, la mayoría tenía una familia y precisamente por heredarles una vida mejor lucharon incansablemente para promover cambios sustanciales.

Yo estoy muy agradecida por las oportunidades que actualmente tengo, escribir mi opinión en un medio de comunicación me permite llevar mi voz a muchas personas (libertad de expresión), haber estudiado, tener la opción de votar, profesar una religión y formar una familia son beneficios que aprecio.

Según el diccionario, el término empoderamiento tiene dos acepciones: “Hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido” y “Dar a alguien autoridad, influencia o conocimiento para hacer algo”. Ninguna se refiere a invitar a las niñas a desnudar su cuerpo para llamar la atención o proferir insultos a los hombres. Seamos realistas, esas marchas no crean leyes en favor de las mujeres, solo reproducen la narrativa de odio que tanto dolor causa en el mundo.

Mujer, date cuenta, esta guerra quiere destruir a tus hijas engañándolas y alterando el hecho que somos capaces de dar vida, no solo biológicamente, también a través de las palabras que moldean y transforman. Eres capaz de inspirar a otras con tu calidez, humanidad, generosidad… Tu esencia puede transformar el mundo en un ambiente libre de odio.

Mujer, esposa y madre. Robadora de frases. En proceso de construcción. Amante de los viajes, buenos libros y museos.

Marly Leonzo – who has written posts on Ladrona de frases.


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