El mensaje se ha distorsionado y la visión original ha perdido su enfoque, pasando de “igualdad” a “superioridad”; así es como el movimiento feminista toma otro rumbo y busca la destrucción de los papeles de género.
Entre gritos, amenazas, parodias y actos de violencia muchas veces se nos olvida escuchar la ensordecedora voz de la paz. Ser una mujer joven es y ha sido muy difícil durante los años, la mayoría nos dejamos llevar por nuestras emociones, le somos fiel al corazón.
Esta vez nos quisieron convencer despertando en nosotros el sentimiento de “empoderamiento” como la única manera de tener compromiso con la mujer. Al ser bombardeadas por la influencia y el poder que tienen hoy en día los medios sociales de comunicación, se aprende a desarrollar a temprana edad nuestro criterio, y con este he sido capaz de diferenciar entre la intención y la acción; la esencia y la imagen.
Las palabras suenan convincentes, a pesar de ello, los actos cuentan otro lado de la historia. El movimiento feminista nació con el objetivo de buscar la igualdad de género, lo cual apoyo completamente. Igualdad de oportunidades, acceso, voz y voto, etc.
Sin embargo, conforme los años han transcurrido el mensaje parecía distorsionarse y la visión original parecía perder su enfoque, pasando a ser de “igualdad” a “superioridad”; así es como el movimiento toma otro rumbo buscando la destrucción de los papeles de género, la afiliación a movimientos políticos y radicalizar conceptos e historias. De pronto, era una situación polarizada. Escoger entre blanco o negro, feminismo o machismo. Pero conforme fui creciendo iba descubriendo las escalas de gris que estaban en el intermedio y lo importante que son para la convivencia de ambos sexos.
Estas tonalidades de gris son el ejemplo que veía en casa cuando mamá y papá trabajaban ambos para proveer a la familia, cuando mi abuela tenía un puesto importante en la ONU, pero quien cocinaba en casa era mi abuelo, donde ambos sexos tienen igualdad de acceso educativo y de realización profesional.
Estas tonalidades son experiencias vividas y por vivir; que rompen con los estereotipos que muchas veces se muestran como comunes. Puede sonar un poco utópico, pero prefiero ser partícipe de buscar un futuro ideal con valores éticos a identificarme con cualquier movimiento que promueva la violencia, que busque dividir a los humanos por raza, color de piel, religión o en este caso el género.
Los actos hablan más fuertes que las palabras y todo está en la coherencia de lo que se predica. Quien respeto exige, respeto debe mostrar. Por eso sigo identificándome con lo que alguna vez fue la visión del feminismo: la igualdad.
Busco que se cumplan las promesas que se nos ofrecieron hace más de 50 años: los derechos humanos. Mi visión como la de muchos otros es que hablemos el lenguaje universal de la paz sin buscar extremos y aprendiendo a tolerar y respetar las diferencias entre nosotros. Que a pesar de las desigualdades podamos identificar que hay algo que nos une: el simple y sencillo hecho que todos somos seres humanos. Bajo esa premisa, es nuestra responsabilidad y naturaleza proteger a los de nuestra propia especie.
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