Jamás volví a dormir de la misma manera, pero tampoco mi corazón volvió a ser el mismo. Ser parte de este binomio único es, sin duda un privilegio indescriptible. No tengo palabras para describir este honor de ser llamada mamá.
Muchas veces yo, impaciente y gritona. Algunas veces ella, desordenada y respondona. Y sí, cuando tenemos hambre o sueño rezagado solemos gruñirnos una a la otra, para luego pedirnos perdón y abrazarnos.
Sí, muchas veces me repito a mí misma “recuerda Mai, el adulto eres tú” para no engancharme en un pleito por el “outfit” de una niña “aesthetic”- justo antes de salir a una primera comunión- (y sigo sin entender la definición de tal adjetivo).
“Soy tu mamá: humana e imperfecta (¡por eso necesito a Jesús en mi vida!), seguro me voy a equivocar y meter la pata aun deseando lo mejor para tí… pero te garantizo mi amor, nadie te amará como yo”, le digo mientras pienso en cuánto dinero debo ahorrar para cubrir su terapia a futuro para resolver mis errores de crianza como su mamá… Esa terapia tan necesaria para nuestra salud mental.
¡Vaya aventura esta de ser mamá! Crecí siendo una niña anti-bebés o niños pequeños; de hecho, el primer bebé que cargué fue a los 16 años –mi sobrino Ben–. Luego disfruté cargar a mis 4 sobrinas que se sumaron a la familia. Cuando me tocó ser mamá recibí a este pedacito de cielo en el hospital, aterrada, queriéndome quedar a vivir rodeada de enfermeras expertas en recién nacidos. Pero la realidad fue otra, jamás tan aterradora como me indicaron, casi sentenciándome “nunca más dormirás igual”, “la vida no será la misma” … pero sin advertirme que mi corazón “nunca más sería el mismo”, no lo cambiaría por un millón de noches con sueño profundo.
Nadie me advirtió sobre los efectos secundarios de esta maravilla:
- pertenecer a alguien para siempre y que ese alguien se adueñe de mi corazón
- tener un nivel de cómplice donde -secretamente- me rio de todas las fantasías que salen de su cabeza,
- ser la confidente #1 y cuidadora de sus secretos
- ser guardada en los contactos de otras personas como “Mai, mamá de MG”
- comunicarse con tan solo una mirada o gesto
- portar derecho inalienable de besar cachetitos cuantas veces deseo
- ser la “go-to” person a la hora de estar enferma
- hacer preguntas sumamente difíciles o incómodas o tener el corazón destrozado
- crear tradiciones nuevas como desayunar espagueti carbonara para su cumpleaños
- sentir que el corazón se sale del pecho al verla bailar o competir en una carrera de 100 metros
- verla cuidar de su abuela al estar en un espacio abierto
- presenciar su noble corazón al ser solidaria con otras niñas
- celebrar un logro académico resultado de su esfuerzo
- hacer espacio en mi cama para compartir porque elige estar conmigo
- descubrir nueva música que ella me presenta -el perfecto antídoto anti-tráfico-
- verla tomar un libro por su propia voluntad luego de moldear la lectura con el ejemplo
- escuchar de su boca: “mami oremos por esta situación”.
Es cierto, jamás volví a dormir de la misma manera, pero tampoco mi corazón volvió a ser el mismo. Ser parte de este binomio único es, sin duda un privilegio indescriptible. No tengo palabras para describir este honor de ser llamada mamá.
Siento que el tiempo vuela, las redes sociales me recuerdan fotos de hace 10 años, para mí parece que fue ayer. Así que me propongo a mí misma estar presente en cuerpo, mente y alma – contemplar en primera fila el milagro de vida que crece delante de mis ojos. Agradezco y disfruto ser llamada mamá, parte de un binomio fenomenal.
Comments (1)
Flor de María Piedrasanta de Cabrera says:
junio 2, 2023 at 6:38 amLinda Mai, tu descripción de mamá es totalmente cierta y verídica. Me encanta leerte. Te quiero muchísimo.