Los malos momentos no determinan qué tan buena soy como mamá. Cuando nació me pregunté ¿en qué me metí? Respiraba y trataba de mantener la calma al pensar que esto era para toda la vida.

Ser mamá ha sido la bendición más grande y retadora de mi vida. Tengo 29 años y en este momento, una personita de casi 3 años me derrite cada mañana y me recuerda que su tranquilidad y su paz dependen de mí.

Trabajo como periodista y presentadora de televisión desde hace 8 años. Ingresé muy joven a Televisora de Costa Rica, Canal 7, una de las televisoras más reconocidas en mi país, con 60 años de estar al aire. Ese, fue un logro importantísimo y lleno de muchas emociones. Siempre, he sabido que cada puerta abierta  y oportunidad que he tenido en mi vida, vienen de parte de Dios. Y eso, es razón suficiente para hacer lo mejor que puedo en donde sea que esté.

Después de 5 años de trabajar en Canal 7, me di cuenta que iba a ser mamá, y esa ha sido la noticia más maravillosa que he recibido. Combinar la maternidad con mi trabajo, ha sido algo hermoso. Recuerdo que mis compañeros y televidentes, compartieron conmigo el crecimiento de mi pancita y cada proceso que como mamá tuve. Me acompañaron hasta el momento de traer al mundo a un hermoso e incansable colochito, muy parecido a la dinamita. Mi guapo Jonathan Josué.

Desde que nació se escuchaba su llanto a viva voz, y a los 3 días de nacido, las mismas enfermeras me habían advertido que mi hijo era “muy enojado”. Esto, solamente me recordaba que Dios había confiado en mis brazos, a un niño maravilloso, con voluntad firme y lleno de ocurrencias. Pero, también un niño que me reta a distribuir bien mi tiempo, a ser más paciente, a organizar mejor todo mi trabajo del canal y mi trabajo extra, a ser mucho más fuerte de lo que yo creía ser y a entender que cada día es diferente y tiene su propio afán.

Esto de la maternidad me cambió los días para siempre, conocí el trabajo más maravilloso. El que me regala momentos inolvidables y de amor puro, que hacen valer cada parte dura de ser mamá. He comprendido que los malos momentos, no determinan qué tan buena soy como mamá. Recuerdo que a los días de nacido me pregunté ¿en qué me metí? Solo respiraba y trataba de mantener la calma al pensar que esto era para toda la vida.

Como mamá primeriza lloré, me sentía sola (aunque no lo estaba). Pero, me di cuenta cuán hermosa es la vida con tanta complicación. El 30 de agosto, yo nací junto a mi hijo, porque descubrí a una Thais que sin él no existiría. Nos hemos enseñado el uno al otro quiénes somos ahora.

Mi mayor alegría ha sido escuchar “mamá” todos los días, escuchar “mamita, te amo”, y recibir esos besos inesperados junto a un abrazo que me hacen retomar las fuerzas que a veces creo que se me agotan.

Tuve que cambiar una parte de mí para siempre, era muy dormilona. Ahora, me despierto fácilmente de madrugada, o unos pasos chiquititos me despiertan por la noche pidiendo dormir en la cama de mamá. Actualmente, soy más organizada que antes, más fuerte y cuando tengo dudas, solo sigo mi corazón, porque el de una madre no se equivoca.

Debo distribuir mi tiempo entre las asignaciones diarias del programa matutino del cual formo parte y la llegada a la casa para jugar con mi hijo, dedicarle tiempo de calidad y seguir con las obligaciones de alistarlo y dirigirlo para dormir.

El secreto que dirige mi vida en esta y todas mis etapas, está en Filipenses 4:6-7: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y pensamientos en Cristo Jesús”.

Aquí estoy, combinando lo maravilloso de ser mamá, con lo lindo de ser comunicadora. Sí podemos hacerlo, lo estamos haciendo bien y somos mucho más capaces de lo que creemos. Cada día me convenzo de eso.