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No dejar de sentir

Si puedo darles un consejo sería: no se estanquen en un tipo de literatura, sigan explorando, sigan viviendo otras vidas.

Siempre he odiado que me pregunten cuál es mi qué favorito. Nunca he sabido responder a esa pregunta. Creo que es porque a lo largo de la vida, he tenido muchos favoritos. He tenido canciones favoritas, las he repetido tanto que a veces las balbuceo por accidente. He tenido personas favoritas, estuve tanto tiempo con ellas que me pregunto cómo he logrado sobrevivir desde que se fueron. He tenido estaciones favoritas, reconozco cuando llegan porque siempre huelen igual, siempre se sienten igual en la piel. Con los libros también me ha pasado, he tenido libros favoritos y personajes dentro de esos libros que también he sentido como favoritos.

Al final, cuando te preguntan por favoritos nunca contesta tu yo en total, contesta tu yo del momento. Entonces, aludiendo a este yo, al de ahorita, quisiera decir que mi libro favorito es El Extranjero, de Albert Camus.

El Extranjero lo leyó mi yo nostálgica apenas el año pasado. Mientras lo leía me inundaba una imparable sensación de nostalgia. ¿Nostalgia? Se preguntarán si lo han leído y sí, nostalgia y tal vez un poco de extrañeza. ¿Cómo será no sentir? Una pregunta complicada para un ser humano promedio. ¿Cómo será no sentir? Una pregunta imposible para una poeta. Pero este libro se trata de eso: un ser que no sabe sentir y es condenado por eso.

A la mitad del libro recuerdo haberme sentado en mi cama de chinito, cerrar el libro y pensar: ¿habrá alguna emoción que sentía antes y ahora no siento? Y sentí llorar cuando recordé algunas. ¿Se han preguntado eso?, ¿Habrá cosas que ya no sienten? Yo les voy a poner dos ejemplos: cuando tenía quince me preguntaba qué se sentiría dar el primer beso. Me ponía constantemente nerviosa al respecto, me preguntaba ¿cómo se besa?, ¿dónde enseñan a hacer eso? Sentía a mis adentros que iba a ser pésima –tal vez lo fui– besando y me ponía muy nerviosa. A los dieciséis di mi primer beso, y me puse tan nerviosa. No volví a besar a alguien hasta los diecisiete, los nervios seguían ahí. Luego se fueron. No regresaron. Ya no me siento nerviosa por dar un beso, perdí esa emoción. Otro ejemplo: el amor adolescente. Todos tuvimos un primer amor, un amor adolescente, ¿recuerdan cómo se sentía? Eso ya no vuelve a pasar. El amor ya nunca vuelve a sentirse así.

Y entonces, sentada en mi cama de chinito, terminé de leer El Extranjero y lloré preguntándome si en algún punto de la vida simplemente dejaré de sentir.

Los libros han sido un camino lindo para mi. Me he enamorado, me he enojado, me he querido ir a vivir a las montañas. Leer libros es vivir mil vidas y eso me encanta. Leer es pensar, es caminar en los zapatos de personas que no hemos sido. Es respirar aires distintos. Por eso, cuando alguien inicia el camino de la lectura, luego no puede parar. Cada que lees un libro descubres un mundo, te enamoras, te enfureces. Leer es entender que todos sentimos de forma distinta.

Un tema presente en mi vida –siempre– es el amor. Disfruté muchísimo leer Inventario II, de Mario Benedetti, a Neruda, a Antonio Machado, a García Lorca. En novelas disfruté Pedro y el Capitán de Benedetti, Lolita de Nabokov, Rayuela de Cortázar, Pedro Páramo de Juan Rulfo y Cumbres Borrascosas, de Emily Brontë.  He estado explorando un poco el mundo de los cuentos, donde Cortázar ha sido el más presente y Bolaño el siguiente.

Al final del día, los favoritos serán bastantes y dependerán mucho del humor del día. Si puedo darles un consejo sería: no se estanquen en un tipo de literatura, sigan explorando, sigan viviendo otras vidas.

Eugenia Cruz – who has written posts on Ladrona de frases.


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