La falta de perdón te corta las alas, te limita y transforma tu esencia.
El Padre Nuestro es una oración universal que nos invita a pedirle perdón a Dios “así como nosotros también perdonamos”. Esta declaración es difícil de llevar a la realidad, especialmente cuando nos han ofendido, dañado y herido.
Me acerqué a Dios en una temporada en la que ya había perdonado al hombre que abusó de mí cuando yo tenía cuatro años y al que hirió mi corazón durante mi adolescencia. Sin embargo, en ese período hubo personas que se acercaron a señalarme por mi pasado, incluso se atrevieron a catalogar de “pecado” las convulsiones que se manifestaban en aquél tiempo producto de un tumor del lado izquierdo de mi cerebro.
La carga cada vez se volvía más pesada, hasta que mi relación con Dios se volvió frágil, me dejé influenciar por amistades incorrectas y al final mi estado emocional se deterioró considerablemente hasta que de rodillas y los ojos llenos de lágrimas, busqué reconciliarme con Él. Le pedí a Dios que me ayudara a perdonar a quienes me ofendieron, me juzgaron y me señalaron. En ese momento también entendí la necesidad que tenía de perdonarme a mí misma. Fue así como aprendí a perdonar en medio del desierto y amar por sobre todas las cosas, entendí que ahí radica nuestra salvación, en perdonar a los que nos ofenden, tal como dice la oración que Jesús nos enseñó.
Así empezó una nueva etapa en mi vida en la que comencé a sentirme plena, libre, restaurada, redimida, justificada y colmada de la misericordia de Dios. Sin duda los procesos fueron dolorosos, pero comprendí que son necesarios para que podamos ser pulidas como el oro.
Basada en mi experiencia, quiero decirte que este caminar es solitario, ni tu familia, ni tu líder o pastor pueden aminorar tu paso sin importar cuánto lo deseen. Atesora sus consejos porque los vas a necesitar para dar pasos más firmes, pero al final, todo depende de ti. La decisión de perdonar es totalmente personal, nada ni nadie puede obligarte, es tu decisión la que te separará de ese suicidio espiritual al que te lleva la falta de perdón.
Mi fe me permitió entender que si Dios me perdona ¿cómo puedo yo retener el perdón para alguien más o para mí misma? La Biblia nos enseña que debemos ser como niños, quienes se molestan entre ellos, pero al instante se están buscando para volver a jugar, las ofensas no las llevan al corazón, su inocencia les permite olvidar todo con facilidad.
Finalmente, es importante que te diga que al perdonar el beneficio es tuyo, te liberas de cargas que limitan tu visión espiritual y emocional. No pienses en el tamaño de las ofensas, piensa en dejarlas para que puedas ser libre y que tu esencia no se pierda. Suelta el dolor para que vivas abundantemente.