Cuando nos conocimos hubo una atracción inmediata. Fuimos amigos por algunos meses y luego empezamos a salir. Decidí aventurarme con él, como en las películas y hoy estoy felizmente casada a su lado.
Era el 2017 y estaba a dos meses de mi gran día: mi boda. Es la noche más soñada de muchas mujeres. De pequeñas nos dicen que saldremos de nuestras casas vestidas de blanco cuando “encuentres al amor de tu vida” y será “un día inolvidable”.
Ya tenía mi vestido, sabía cómo quería maquillarme, mis zapatillas, accesorios y las invitaciones, ya todo estaba listo para el día que me iba a casar con el hombre que yo creía era el ideal para mí.
Un mes y medio antes del “gran evento”, decidí cancelar mi boda y ¡no me casé! No éramos el uno para el otro. Tiempo después analizando las cosas me di cuenta que había invertido mucho tiempo en preparar un “día perfecto”, pero nunca en preparar mi corazón para el matrimonio.
Soy una mujer muy fantasiosa y romántica. Cada vez que miraba películas de amor, creía que esas historias sí podían pasar en la vida real. Sentir tanta pasión como para escaparte con alguien y vivir felices porque lo único que importaba era el amor. ¡Me encantaba pensar que podía pasarme algo así!
Aunque no me había casado, y todos pensaban que me estaba hundiendo en un mar de lágrimas, nunca dejé de creer en el amor puro y verdadero, el que te vuelve loca y te provoca hacer cosas sin pensar.
Estaba tan firme en esa creencia que, cuando conocí a Pedro Pablo, me sentí en una película. Él es músico, tiene ojos verdes, es sentimental y romántico (algo que identifica mucho a los artistas), tomaba decisiones sin pensar en las consecuencias. Era atrevido e iba en contra todo porque nadie lo entendía. En otras palabras, era “rebelde”, o al menos así lo veía yo.
Cuando nos conocimos hubo una atracción inmediata. Fuimos amigos por algunos meses y luego empezamos a salir. Pedro es diferente a los demás y decidí aventurarme con él, como en las películas, eso me emocionaba y de hecho, me sigue emocionando.
Él era mi amor de película, la persona que me hacía soñar, el que estaba dispuesto a escaparse conmigo, me escuchaba y apoyaba, me hacía parte de sus días. Me consentía, creía en mí y yo en él.
Al cabo de cinco meses de noviazgo, me pidió que me casara con él. En menos de un año de novios, ya estábamos frente al altar jurándonos amor eterno. Hoy, llevamos casi seis meses de casados.
En estos tiempo he conocido otra faceta de él, ahora como mi esposo. Aunque sigue siendo un alma libre, me he dado cuenta que al mismo tiempo es muy responsable, amoroso y protector. Es el hombre más bueno que conozco, trabajador, me cuida y ama locamente. Es el que me hace canciones, me lleva en moto a comprar pizza un viernes o me cuida cuando estoy enferma. Es con quien puedo reír a carcajadas todos los días. Es mi amor de película, mi hombre perfecto. Aunque ahora tenemos muchas más responsabilidades, Pedro nunca ha dejado de ser ese hombre del que me enamoré.
El día más feliz de mi vida sí llegó, pero no fue el de mi boda, como yo pensaba que sería, fue el día que conocí a Pedro. Hoy, estoy segura que elegí al hombre correcto y somos el uno para el otro. Agradezco todos los días a Dios por ponerlo en mi vida.
Comments (1)
Candy Grajedasays:
noviembre 12, 2019 at 12:25 amFelicidades Analu, ha sido grato poder leerte.