¿Qué nos lleva a alimentar esa necesidad de obtener un espacio en el corazón de un hombre?
Hace algunos meses, conocí a un hombre que como nunca, me llamó la atención. No sabía si era algo físico o era algo más profundo, pero me permití sentir y experimentar lo que estaba sucediendo en mí.
Con el tiempo perdí el control. Ese hombre cuadraba con la descripción física, intelectual y espiritual del que tanto me hablaron en la infancia. Y sí, perdí el control porque me sentí en la necesidad de que ese hombre sintiera lo mismo que yo. Empecé a demandar tiempo y espacio. Me empeñé en tener un lugar en ese corazón.
Pasé varias noches pensando e imaginando situaciones que me unieran a él. Y cada vez que yo decía lo que sentía, solo recibía el silencio. Pensaba ¿cómo es posible que a estas alturas él no sienta lo mismo que yo? Ahora me apeno solo de pensar en la necesidad que tenía de obtener un espacio en su corazón. Al seguir sintiéndome con una tremenda frustración, decidí dejarle de hablar y solo limitarme a verlo.
Pasaron los días y con una sola frase de “se le extraña”, fue suficiente para que quisiera seguir hablando con él. Cada vez que lo miraba o pasaba cerca se activaba algo dentro de mí. Y después de una intensa lucha del corazón contra mi cerebro, decidí seguir hablándole, pero está vez de una forma más madura y estable. Empecé a sentir que mi lugar en esta relación tendría que ser de “amiga”, acompañando, estando presente.
Al ver que este sentimiento era solo mío, decidí ponerle una fecha de caducidad a todos los sentimientos que despertaba en mí. Entonces tomé una decisión muy importante: restaurarme y buscar en mi interior aquella necesidad que ese hombre cubría con tan solo su mirada, su olor, su presencia. Con una desgarradora conversación con Dios, obtuve las razones correctas para despedirme de él. Aunque mi interior se resistía a hacerlo, tuve que reconocer que era lo mejor para mi corazón.
He empezado a olvidarlo, a vivir sin su sonrisa, sin sus palabras y en especial sin su presencia. Aunque tengo recuerdos e imagino cosas, pero afortunadamente poco a poco resultan ser menos frecuentes, tal parece que estoy empezando a olvidarlo.
Esta experiencia me hizo ser una persona más fuerte, una mujer que sabe lo que es amar profundamente sin poner un dedo encima, una mujer que ha empezado a escribir y colocar en la punta de sus manos los sentimientos más profundos y más sinceros.
Aunque la historia no se ha terminado de escribir, tengo que admitir que ese hombre seguirá robándome los suspiros. Este hombre, sin darse cuenta se convirtió en mi hombre perfecto, pero el amor por mí misma es al final uno de mis mayores valores.
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