El instinto de madre me hizo tocar puertas, buscar ayuda hasta que llegó el diagnóstico: trastorno de ansiedad.
No, nunca me pasó por la mente lo que nos tocaría enfrentar. Cuando te convertís en mamá no tenés la mínima idea de lo que significa acompañar a tu pequeña en su caminar por esta vida, pues todo lo visualizas color de rosa y lo ves en positivo. Nuestra inocencia e inexperiencia en el rol de madres no nos permite ver la realidad de la crianza que implica retos diarios y a veces desgastantes. ¡Por favor no me malinterpreten, ser mamá es el evento mágico que ha cambiado mi existencia!
Ahora que volteo al pasado y veo cómo empezó todo muchas cosas tienen sentido, toman forma y terminan de encajar. Fue como una bola de hielo que fue creciendo y creciendo cada vez más… Pequeños detalles al inicio: escenas de llanto normales para una niña pequeña, una pincelada por aquí y otra por allá, síntomas que anunciaban la llegada de ese indeseable y triste padecimiento. Al principio no me di cuenta, para mis ojos no era evidente, conforme ella crecía las señales fueron inquietando mi ser. Sus miedos, sus inseguridades, su confusión, su incertidumbre crecieron junto con mi niña. La ansiedad iba anunciado su llegada y estadía.
Cada día con el que amanecemos es una hoja en blanco en nuestra maternidad y crianza. Lo que te dicte tu conciencia en este momento, tu instinto de madre, tus vibras, tus corazonadas, no fallan. Así que ¡lo estás haciendo bien!
¿Porque hice esta anotación? Porque en los momentos más críticos, escuchas comentarios y opiniones -nada malintencionados, sin ningún conocimiento del caso, que al final silencian tu voz interna y te hacen llegar a dudar de tu criterio, de tus propias decisiones y que te hacen sentir que estás haciendo las cosas mal. Por otro lado te topas con aquellas mentes cuadradas que estigmatizan estos padecimientos. Como que no fuera suficiente el tormento que estás viviendo en ese momento como para tener fuerzas para lidiar con esas voces externas.
A mi hija la vi llorar, cuidé sus pesadillas, la abracé cuando se congelaba en diferentes contextos, sentí su corazoncito palpitar a mil por hora, sus miedos se apoderaban de ella, hasta que el instinto de madre, ¡ahhh ese instinto que no falla! me hizo tocar puertas, buscar ayuda hasta que llegó el diagnóstico: trastorno de ansiedad. Tengo que aceptar que fue un momento muy duro y sigue siendo difícil. Hemos llorado en familia y también nos hemos puesto de pie. Esta experiencia nos ha humanizado y nos ha unido.
Ella es una guerrera, a su corta edad ha tenido que vivir muchas situaciones que la han hecho crecer emocionalmente y la han llevado a conocerse, a reconocer sus emociones y sentimientos, a ver la vida de otra manera. Durante este proceso hemos encontrado en nuestro camino ángeles terrenales que nos han ayudado. Ahora sabemos que la ansiedad nos acompaña, pero ya no le tememos, ella sabe que la vencerá una y otra vez, que no es fácil. Hay momentos que la ansiedad gana un round, pero ella sabe cómo ganar la batalla.
Mi total admiración a las personas que se enfrentan a la ansiedad, especial a mi Sofía.
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