¡Cuando buscas la felicidad de la persona que amas terminas encontrando la tuya!

Ella; hija de los dueños de un almacén. Él; empleado del almacén. Como el amor no se planifica… Él se enamoró perdidamente de ella, como era de esperarse ella lo rechazó porque sus diferencias económicas eran más grandes que las sociales, sin embargo, él no se rindió y prometió proveer todo a lo que ella estaba acostumbraba, también juró amarla hasta la eternidad. Ante tal compromiso, ella no pudo resistirse.

Se casaron con toda la gala y para cumplir con lo prometido; ambos acordaron emigrar al norte. Ahí procrearon dos hijos. Para cumplir su palabra, él trabaja largas horas, así alcanza hasta para los caprichos a los que ella estaba acostumbrada, desde ese sofá turquesa hasta esos viajes alrededor del mundo. Cuando ella abre sus ojos él la recibe con un café caliente ¡justo como ella lo toma!

Sin dudarlo, en ese hogar había mucho amor, tanto que sobraba para dar a los demás. Eran la pareja perfecta, como el vinagre y el aceite, tan diferentes, pero juntos hacían una combinación ideal. Cada año, religiosamente, enviaban tres cajas a Guatemala, una de víveres, otra llena de ropa y una más con medicina.

El tiempo pasó, envejecieron y a pesar de sus achaques siempre tenían una sonrisa en su rostro que refleja la dicha que disfrutaban. Con el tiempo, iban y venían del centro médico con más frecuencia, incluso un par de meses compartieron habitación en el hospital. Ella fue dada de alta antes que él y eso propició que ella planificara una visita diaria al hospital para compartir con él. En su recorrido por los pasillos, compartía sonrisas con muchas personas.

Un domingo, mientras ella se preparaba para su visita diaria; ella recibió una llamada de él, que le pidió que ¡por favor! ese día descansara, que se abstuviera de la visita, que dedicara esas horas para algo más en casa, antes de que ella aceptara él le dio las gracias por amarlo tanto… Y aunque era usual que él se expresara de manera tan cariñosa, ella colgó, pero su corazón se inquietó. Pensó desobedecerlo y mientras se preparaba para salir a verlo, otra llamada la interrumpió… Esta vez no era su voz, sino la del médico que le informaba que él acaba de fallecer…

Ese día, el corazón de Thelma quedó desconsolado, tuvo que esperar cinco años para reunirse con Mario en el cielo, tras 62 años de amor del bueno.

Soy testigo de su amor porque compartieron con nosotros su secreto para ser feliz: sembrar para cosechar.Soy de las que defiende la existencia del amor, no permito que la gente cuestione que ese sentimiento es capaz de mantener unidos a dos corazones por décadas y también tiene la capacidad de borrar las diferencias. ¡Aprendí de ellos que cuando buscas la felicidad de la persona que amas terminas encontrando la tuya!