¿Cuándo fue la última vez que te dijiste al espejo cuánto te amas? ¿Cómo está tu termómetro del amor propio?
Hace unos días una escritora compartía que su nena de tres años llegó a decirle buenas noches. Mientras regresaba a su habitación en la oscuridad, la escuchó decir en su dulce vocecita: “Buenas noches mí misma. Te amo”.- Hizo una pausa y dijo: “Yo también te amo”.
La realidad es que hay días que no sentimos tanto ese amor… Hoy, por ejemplo, me tocaba grabar un programa en vivo, no me encantó cómo llevaba el pelo. Un par de cuadras antes de llegar al canal empezó el diálogo interno: Hoy sí no tengo ganas de salir en la tele… No me gusto. No me siento bien conmigo. ¿Y si solo apoyo y no salgo?
Claro que no tardé medio segundo más en entrar en razón, recordar mi responsabilidad y el compromiso que tengo. Así que seguí escogiendo la mejor actitud. Todo iba cuesta arriba hasta que llegué al estudio y mis amigas, con la mejor de las intenciones de sus corazones, tenían como cinco vestidos preparados para que yo me probara. ¿Por qué, si ya iba vestida? Pensé. Sin preguntarlo, como que me hubiera leído la mente una de ellas afirmó: Es que el amarillo te hace ver más grande.
Espiral cuesta abajo en tres, dos, uno… Me cambio, me pongo el vestido sugerido para ver cómo me quedaba y salgo del baño en esa guerra mental que solo entre mujeres podemos comprender que tenemos. Inmediatamente me ve otra amiga, la asesora de imagen. ¿Por qué te cambiaste si estabas mejor con el otro vestido? Cerré la puerta y volví a ponerme con orgullo el vestido que había elegido en mi casa y me terminé de arreglar. Recordé lo que necesitaba recordar y salí al aire con la sonrisa que me caracteriza que jamás delató la batalla interna que pasé previo al programa. ¿Has vivido algún momento así? No uno en que te digan que te cambies el vestido porque te ves gorda –pausa mental mientras van a Facebook las stalkers a buscar mi foto de perfil para emitir un juicio sobre mi peso, jajaja–
¿Has tenido un día en el que el amor propio te falla? Ese día en que todos los conocimientos del mundo sobre el tema parecen esfumarse porque tú no lo sientes. Hoy quiero contarte lo que me “recordé que necesitaba recordar”, eso que nunca falla, aunque otros recursos sí.
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Mi papá me enseñó un día sobre el Kelley Blue Book, que es el libro azul donde se encuentra el valor de todos los carros que existen sobre la faz de la tierra. Pones el año, marca, modelo y te dice exactamente cuánto vale. Muy interesante.
¿Qué me dirías si te cuento que hay un libro al que puedes ir a ver cuánto vales tú? Ese hermoso libro te dice que eres VALIOSA, que hay alguien que tiene contados cada uno de los cabellos de tu cabeza (Lucas 12:6-7). Esos mismos que se te caen y te salen a diario, que tú no te imaginas cuántos son, Él los tiene contados. Dice que eres un tesoro especial (Malaquías 3:17). Ahí encontrarás que vales cada gota de la sangre de Jesús (Romanos 5:8) y que has sido amada con amor eterno (Jeremías 31:3).
Mientras regresaba a ponerme mi vestido amarillo recordé que aún en los peores días, esos donde no me gusta nada de mí, puedo amarme porque Dios, mi Padre, me ama. Él, quien es perfecto, me creó, me diseñó y pensó cada detalle de mí. Ubicarme en la realidad de Su amor es todo lo que necesito. Puedo amar porque Él me amó primero (1 Juan 4:19) y eso incluye amarme a mí misma.
Me encantaría que en esos días donde tu cuota de amor propio falla, vayas al libro y recuerdes todo lo que vales y mientras ese momento llega, responde ¿qué te vas a decir frente al próximo espejo en que te veas?
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