Una llamada me trasladó a un proceso lleno de lágrimas, preguntas sin respuestas, silencios y soledad… En pocos segundos tuve que vivir lo que nunca imaginé vivir.
Todos tenemos nuestra vida llena de rutinas, familia, amigos, actividades, quejas por el tráfico, mandados que hacer…. Y al final damos por sentado que nada alterará ese ciclo, que será así siempre hasta que llega un día en el que todo cambia.
Lo sé porque ese día llegó para mi familia, nos tocó vivir lo que nunca pensamos vivir. Fue el viernes 26 de febrero de 2014, aproximadamente a las 19.30 horas, estaba por empezar una reunión, cuando recibí una llamada de mi hermana. Nunca olvido su tono de voz y las palabras que salieron de su boca, son las más horribles que pude escuchar: ¡le dispararon a Carol! A partir de ahí mi vida, lo conocido, la rutina, lo que daba por sentado que tenía y viviría, incluso algunas cosas desaparecieron.
¿Cómo lo viví? Con dolor, con preguntas, con lágrimas, con silencios y al final en soledad. Cuando nos enfrentamos a un duelo, a vivir aquello que nunca pensamos vivir, el día que todo se transforma. Escuchas expresiones como “si necesitas algo, llámame”, “ahí estaré si me necesitas”, “estoy ahí para servirte”… Al final suenan como buenas intenciones, pero pobres acciones.
Vivir lo que nunca pensé vivir me llevó a otro nivel en mi relación con Dios, pude sentir y conocer a un Dios que sufría conmigo, descubrí que eso que nunca pensé vivir podía servir para alguien más para que no tuviera que pasar por ese camino en soledad, finalmente noté que podía levantarme de las cenizas y usar mi dolor para dar vida a áreas personales que ni imaginé tener.
Por supuesto, todo esto tomó tiempo –para ser honesta, más del que me hubiera gustado–, quería rápido de ese túnel, quería ser como era antes de ese día, pero me di cuenta de que no podría, el dolor nos cambia y transforma, el dolor podría ser un maestro o un opresor, yo elegí que fuera un maestro.
¿Qué aprendí?
– A ser más agradecida, a no dar por sentado que las personas a mi alrededor estarían eternamente.
– A enfocarme más en lo importante, las personas y no en lo urgente.
– A aprovechar mi hoy, finalmente es todo lo que tengo.
– A decir lo que siento, expresar el amor a la familia, a la pareja, a los amigos.
– A ser compasiva con el dolor de los otros, he tenido el privilegio de encontrarme en el camino de muchos dolientes y que ellos me permitan acompañarlos es un privilegio.
– A perdonar y pedir perdón.
– A acompañar a otros porque el camino del duelo nos llegará a todos y esa es una oportunidad para hacerme presente en su vida.
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Vivir lo que nunca pensé vivir en relación con el duelo también me enseñó sobre mi finitud, mi vida tiene un tiempo, no sé cuándo será, pero el día que llegue quiero que me encuentre sin pendientes, sin cuentas por pagar en lo relacional, en paz conmigo y con los otros.
Al final puedo decir que vivir lo que nunca pensé vivir me trajo dolor, sí, mucho dolor, pero que me hizo crecer y las lecciones aprendidas me han hecho un mejor ser humano para ayudar a otros. Ahora la pregunta es para ti ¿cómo vivirás ese día que te toque vivir lo que nunca imaginaste?
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