No todas las mujeres que caen en relaciones tóxicas son codependientes. Al menos, no todas saben que pueden serlo hasta que se encuentran frente a frente con su impotencia. Atrapadas en una jaula interna de la que parece imposible salir.
Puede que no veas el rostro asustado de la codependencia en ti hasta que se presente esa persona que, con sus heridas no resueltas, hace pareja casi perfecta contigo y las tuyas. Como piezas de rompecabezas que casan a la perfección y se atraen como magnetos. Así los dos componentes de ese dúo se enlazan con un lindísimo inicio y con consecuencias posteriores destructivas. Mientras no haya amenaza ni violencia física en esa dinámica no hay culpables, solo hay cómplices que permiten y sostienen acciones nocivas para ambos.
Eso es lo que me sucedió a mí. Soy una codependiente recién salida del clóset, novata y en recuperación. Digo novata, porque lo descubrí hace dos años. Si me hubieras conocido hace 10 años no hubieses pensado jamás que podría verme envuelta en una relación complicada, nociva y debilitante. Ahora, probablemente tampoco te parecería una mujer que dependa de la aprobación y cariño de otra persona para moverse en la vida. No, mi perfil de personalidad pareciera incompatible con esos escenarios de inseguridad y miedo. Con mi carácter extrovertido y seguro, y con algunos éxitos generados en mi vida, eso no podía sucederme a mí. Eso pensaba hace mucho tiempo, pero debajo de la superficie llevo heridas que desatendidas brotaron en la piel para que las vea, acepte y resuelva.
Hoy puedo hablarte de lo ocurrido con una visión más objetiva y tranquila. Después de dos años de terapia y un año de haber terminado la relación, las cosas se ven con claridad y los descubrimientos brotan para revelar los aprendizajes más valiosos. Quiero que sepas que sí puedes salir y cuando lo hagas vas a brillar. Puedo decir que acepto y resuelvo activamente las heridas que voy descubriendo. Y lo que yo obtuve de sabiduría tras la ruptura me sacó de la posición de la víctima, de parálisis e indefensión para hoy hablar con tranquilidad y compasión de algo que nos sucede a tantísimas mujeres.
Sería fácil empezar y terminar con un perfil del innombrable narcisista. Con un listado detallado de actitudes, acciones e historial que lo pintan como culpable, pero lejos de ayudar a sanar a quienes buscan en mis palabras una guía, estaría contribuyendo a que se alejen más de su propósito y meta: encontrar una salida a su dolor. Si pones la atención en lo que hace el otro para generar la toxicidad que te amarra, difícilmente vas a encontrar los caminos para salir de tu propio nudo. La clave de la libertad no está en el otro, está dentro de ti, en ese espacio entre mente y corazón donde encontrarás discernimiento y claridad. Te comparto algunas luces de mi proceso para iluminar el tuyo.
La conciencia, el remedio infalible
Darme cuenta de que estaba en un patrón codependiente fue el primer paso que di. Tener la humildad de decir “esta relación no me funciona, no me viene bien” es un salto enorme. Me permití admitirlo, que no era feliz, que no encontraba bienestar. Me di cuenta que la frustración e insatisfacción constantes en esa relación que fue intensa y tormentosa, como bella y romántica, eran producto de un patrón de relación que viene desde mi infancia. Mi primer amor, el amor maternal fue así, intenso, impredecible y tormentoso. Y el paterno, inexistente. Sin entrar en detalles de mi niñez, puedo decirte que el patrón no es una sorpresa si puedes verlo con ojos curiosos y sin juicio. Es un proceso duro y revelador, pero también sanador para ti y la relación que tienes con tus padres y su memoria. Te da las claves para salir del atasco, encontrar la libertad y la luz.
Lo que crees, eres.
“Si quieres un romance intenso, debes atravesar drama intenso”por ahí iban mis pensamientos en esa época…. Romance intenso, idílico y de cuento acompañado de demasiados episodios de maltrato emocional que estaba dispuesta a soportar por conservar ese estado de estupor. El amor tóxico lo es, literalmente. Es producto de un flujo de hormonas y neurotransmisores, oxitocina entre ellos, que al subir y bajar sus niveles en el cerebro causan tanto euforia como dolor. Y es a eso a lo que te vuelves adicto.
Comprender lo que ocurría en mi cuerpo con esa dinámica fue esencial para iniciar el proceso de romper el patrón de conflicto-reconciliación en el que estaba atrapada. En el proceso, descubrí también de dónde venían esas expectativas de romance idílico y las creencias desde donde yo estaba creando mi realidad. Las telenovelas me enseñaron lo que no es amor.
La empatía y el servicio como valores de vida deformados y desvirtuados
Parte del camino fue entender por qué caigo en cuidar al otro más allá de lo sano. Durante el proceso clarifiqué que soy empática, maestra y sanadora, y por ello tengo una inclinación a querer arreglar, salvar y cambiar a las personas con las que me involucro. Con facilidad asumo el rol de mamá, guía, terapeuta y hasta cajero automático de mi pareja. Estas características de mi personalidad son virtuosas en mi trabajo y relaciones, mientras las mantenga en contexto y bajo límites sanos. Cuando puse los límites y dejé de proveer ayuda, aprobación y dinero a mi pareja, inició el final. Al cultivar el equilibrio en mí, darme el cuidado y guía que tan abundantemente le daba a él, la relación se resquebrajó. Él encontró quién le proveyera eso que tanto anhelaba y que ya no encontraba en mí. El dinero, los muebles y otros préstamos no los volví a ver. Tampoco los cariños y atenciones que acompañaban cada reconciliación. Sí obtuve claridad sobre el amor propio y límites sanos, los que ahora me fortalecen.
Hoy, mi satisfacción es sentirme completa y parada con mis raíces bien plantadas y sueños renovados. Tengo un sentido claro sobre lo que deseo para mi crecimiento y superación. Soy terapeuta y coach, mi trabajo me apasiona. Aunque estoy lejos de conocer todos los secretos de las relaciones y autoestima, estoy convencida de que al realizar el trabajo para servicio de otros me acerco cada vez más a lograrlo. Por eso mi misión es ayudar a tantas mujeres como tú y yo para que puedan amar más y amarse mejor.
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