Definitivamente la maternidad es una montaña rusa, pero es la mejor montaña rusa, de la que ni loca me pienso bajar.
Me parece tan interesantemente incompleta la definición que la RAE le da a la palabra “madre” pues según ellos madre es una mujer que ha concebido o ha parido uno o más hijos ¡Ojalá fuera así de fácil!
Empecemos por el principio, no todas las mujeres que han cambiado su status a mamás lo han hecho por medio de la concepción. Siempre he pensado que la maternidad es una decisión para la que algunas mujeres creemos estar listas, pero en realidad no tenemos ni la menor idea de a qué nos estamos metiendo.
Esa mamá que decidió adoptar, la que creyó estar lista o quien decidió no abortar… todas, de repente, estamos subidas en este barco que más bien parece una montaña rusa concebida por el mismísimo Stephen King.
Yo tenía dieciocho años cuando decidí qué tipo de mamá iba a ser. Planificadora por excelencia y Educadora de profesión, elegí desde el plan de parto hasta el colegio del que se iba a graduar, todo estaba planeado ¿Cómo le explico a mi yo de 18 años lo ilusa que fui?
Tres años después, entré a una cirugía de emergencia, el diagnóstico: jamás podría tener hijos. Diez años después me casé con un hombre de fe, incapaz de creer en los diagnósticos. Y nos subimos a la montaña rusa… Fue así como un día él me dijo “Tengamos un bebé” y yo pensé “¿Qué es lo peor que podría pasar?”
El embarazo, esa fue la primera prueba de que mis planes y conocimiento del tema habían fallado épicamente. Quedé embarazada pocas semanas después, mi embarazo fue un sueño de principio a fin. No tuve náuseas ni molestias, pero tampoco tuve ningún intento de labor de parto. Mi plan perfecto para el nacimiento de mi princesa terminó en una cesaria de emergencia.
A partir de ese día, el plan detalladamente diseñado, se fue por la borda. Valentina nació con una alergia alimenticia severa que hizo de su primer año una pesadilla. Mi bebé no dormía, no comía y crecía a un ritmo dolorosamente lento. Cada día con era una nueva aventura, una nueva historia.
Conocí más doctores que dedos en mi mano, lloré tantas veces como me desvelé. Suena a pesadilla ¿verdad? ¡Pues no! De esos 365 días lo que recuerdo es su primera sonrisa, su primera palabra, el día que aprendió a darse vuelta y, mi recuerdo favorito, cuando empezó a gatear. Han pasado ya diez años y hace unos meses iniciamos esta maravillosa etapa de la preadolescencia.
Esta es justo una de esas vueltas a las que me refería cuando te decía que parecía sacada de una novela de terror ¡Y no lo cambiaría por nada! De esta etapa me quedo con el primer amor, las eternas anécdotas de sus amigas y las salidas a comprar ropa y zapatos.
Definitivamente la maternidad es una montaña rusa, pero es la mejor montaña rusa y una de la que ni loca me pienso bajar. Nada se compara al sentimiento de escuchar ese “mamá” salir de la boca de mis hijos cada día, de ser yo quien cura sus heridas y sana su corazón sin mencionar que soy la receptora de cada uno de sus besos y abrazos.
Ser mamá es una decisión para la que nada ni nadie te puede preparar, pero te garantizo que vas a disfrutar ¡Enjoy the ride!
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