Todo ser humano tiene el potencial de adaptación, pero creo que Dios ha dotado a las mujeres con la capacidad de resiliencia, de sobrevivir a situaciones extremas y salir airosas.
Estamos viviendo momentos históricos. Momentos que casi parecen salidos de una película de Hollywood, pero no necesariamente de esas que nos garantizan un final feliz. Más bien es una temporada rara que la rodean mucha incertidumbre y caos, planes frustrados y sueños evaporados.
En estos momentos es imperativo que hagamos el ejercicio de replantearnos la vida, a fin de conservar la salud mental, no perder la esperanza y «reajustar nuestras velas» que nos permitirán dirigir la vida y los planes hacia un puerto seguro. Creo que nunca sabríamos de lo que somos capaces si no experimentamos tiempos como estos.
Sin duda alguna, nos han cambiado los planes sin previo y justo aviso. No nos dieron oportunidad de prepararnos. Es como si nos dejaran a pies descalzos para caminar kilómetros sobre cascajos. Aún recuerdo uno de mis viajes de trabajo a Guatemala. Como de costumbre, todo el atuendo que llevaba era propio de mis obligaciones de trabajo: zapatos altos, chaquetas, vestidos y faldas ejecutivas, etc.
En ese viaje nos sobró un día para hacer un poco de turismo. Muy presta a la aventura, decidí ponerme los zapatos más cómodos que tenía para poder disfrutar del día. Poco sabía yo que la idea de mis amigos era incursionar en las montañas a través de una tirolesa (zip line), cuando mis experiencias más extremas eran las de nadar con los pececitos. Como era obvio, no sobreviviría ni media hora usando mis plataformas, por muy cómodas que fueran. En ese instante entendí que si quería aprovechar al tope ese evento improvisado, tendría que hacer lo necesario para echar fuera mis temores y conseguir unos zapatos apropiados de modo que pudiera caminar por el terreno fangoso y escabroso que me esperaba.
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Así que fuimos al pueblito más cercano para comprarme unos zapatos que jamás en mi vida me hubiera puesto por voluntad propia. Era necesario bajarme de mis plataformas de manera física y emocional con el propósito de aprovechar al máximo el momento, ya que la idea de lanzarme al vacío a treinta metros de altura no era mi idea de diversión.
Claro está, la situación presente es mucho más compleja que mi aventura, pero me permite hacer una analogía e invitarte a un cambio de perspectiva. Si bien esta temporada parece un abismo sin fondo, la realidad es que puede ser mucho más fructífera de lo que te puedas imaginar. Aunque la vida le ha puesto un «PARE» a tus planes, estos no tienen que detenerse ni cambiar, solo tienen que ajustarse para lograr su cumplimiento. Tal vez se retrasen un poco, pero la aventura podría ser mucho más valiosa. No tienes que claudicar ante tus proyectos, solo debes darles una nueva forma, y a lo mejor un significado más profundo.
Replantearnos es como ponernos los zapatos apropiados para el nuevo terreno. Quitarnos los tacones y ponernos las botas de combate. Es reequiparnos para lograr lo que ya teníamos planeado al utilizar los nuevos recursos. Solo es volver a trazar el terreno sobre lo que ya habíamos proyectado. En otras palabras, volver a plantear la situación al basarnos en las nuevas opciones… ajustar, mover, quitar y poner lo que sea necesario para lograr la meta.
Con base a esto, hay gran esperanza. Casi me atrevería a decir que el resultado será de un valor muchísimo mayor. Todo ser humano tiene el potencial de adaptación, pero creo que Dios ha dotado a las mujeres con la capacidad de resiliencia, de sobrevivir a situaciones extremas y salir airosas. Así que comienza a dar pasos para lograr tu mejor temporada, tu mayor éxito, tu más grande logro; trazando una nueva ruta hacia un mismo destino, sin pasar por alto las nuevas oportunidades que te llevaras a otras aventuras. ¡Dios esta de tu lado!
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