Soy la protagonista de esta historia de amor, en la que no soy madrastra, soy una mujer que se ha dispuesto a romper paradigmas, estoy en proceso de descubrir el lenguaje de amor de esos pequeñitos que ya tienen una madre, pero me toman en cuenta en su formación.
Crecí en un hogar disfuncional que me llevó a ser una adolescente que nunca soñó con una familia. Claramente no quería repetir la crónica, así que crecí rechazando la idea, hasta que mi corazón pasó por distintos procesos de sanidad que dieron paso a la ilusión de cambiar la historia en mi propia familia.
La ilusión no llegó muy lejos. Caminé al altar con la ilusión de ser mamá, pero años después atravesé por el desgastante de un divorcio y la firme determinación de quedarme sola para siempre y dedicarme a viajar por el mundo.
En ese proceso de amar mi independencia, se cruzó en mi vida un hombre espectacular y amoroso que venía con doble regalo, sus hijos: Sophia de 5 y Matthew de 8 años.
Tuve la dicha de conocer a los niños mientras tenía una estrecha relación de amistad con él, confieso que algo pasó entre esos pequeños y mi corazón, se desarrolló un amor inusual y maravilloso. Sin querer, esta armoniosa relación cautivó a su padre a quien en poco tiempo le dije que sí, que sí estaba dispuesta a dejar mis temores, mis frustraciones y mi vida solitaria para compartirla con ellos tres.
Claro que pasé por ese periodo de nervios en el que mis propios pensamientos me bombardeaban con la duda de si podría integrarme a esa familia, si estaba realmente lista para empezar mi vida al lado de un hombre con dos hijos, sería yo capaz de afrontar este reto. La sociedad dice muchas cosas al respecto, las experiencias de otras personas también pintaban un cuadro poco atractivo, pero lo que ya sentía por cada uno de ellos fue disipando mis temores y despertó ese celo por cambiar las estadísticas, por ir contra la corriente y creer que el amor podía darle un final distinto a nuestra historia.
Soy la protagonista de esta historia de amor, en la que no soy madrastra, soy una mujer que se ha dispuesto a romper paradigmas, estoy en proceso de descubrir el lenguaje de amor de esos pequeñitos que ya tienen una madre, pero me toman en cuenta en su formación. He desarrollado una buena comunicación con su madre y nos hemos puesto de acuerdo para sumar en la vida de estos hermosos retoños, que saben derretir mi corazón con pequeños gestos como cuando Matthew me protege y a veces hasta me pide cuentas de mi día. Por su lado, Sophia es muy cariñosa y sus gestos me recuerdan a mí misma.
Mi vida, mente y corazón han sido transformados gracias a la llegada del amor, nunca imaginé que yo podría amar y admirar tanto a mi esposo, tampoco sabía cuánto amor se podría sentir por unos hijos que no nacieron de mi vientre, pero que en mi corazón son una parte esencial de mi vida.
¡Gracias a Dios! Soy una afortunada mujer, rodeada de amor, ese que trasciende y llega para formar familias con mezclas saludables.
Comments (1)
Marilusays:
febrero 21, 2019 at 8:41 amLindo, me encanto.