Este mes que se habla de San Valentín, me he propuesto reflexionar sobre el amor a mí misma, sin culpas y sin castigos. Creo que mis hijas pueden aprender más de una madre feliz y reconciliada con la vida, que de una mujer tremendamente sacrificada, pero infeliz.
Estamos invadidas de series, películas, libros y canciones que hablan de ese amor romántico y pasional (eros), las mujeres fácilmente nos enganchamos con historias que nos sacan las lágrimas como en Cinema Paradiso (1988), Good will hunting (1992), Legends of the Fall (1994), entre muchas otras que forman parte de mi lista. Parece que es común soñar con un amor así de salvaje o así de eterno.
Los seres humanos tenemos el privilegio de experimentar el amor en sus distintas manifestaciones, como en la familia, los hijos, las amistades, etc. Se nos enseña poco del amor hacia nosotras mismas, cuando éste es la clave para experimentarlo en su justa dimensión. Estamos acostumbradas a amar sin límites que por eso solemos llenarnos de relaciones tóxicas que nos restan vida, en el camino perdemos nuestra esencia y terminamos renunciando a nuestros sueños. Consensuadamente se vale alterar el curso de nuestros sueños porque a veces toca adaptarnos a las circunstancias, pero lo que no se vale es que nos roben nuestro espacio y aniquilen nuestros sueños, esto aplica para los padres, las amigas, los hijos, la pareja (novio o esposo) y hasta en el trabajo.
Tiempo para mí, sin culpas
Lo mejor de la vida es saber disfrutar todo lo que nos ofrece a su tiempo. Hubo tiempo para disfrutar la U, para parrandear, para vivir el noviazgo, la maternidad y de los primeros años de colegio de nuestros hijos, ahora quizás sea tiempo para disfrutar nuevamente de las amigas (el cuchubal), los reencuentros con la promo, del trabajo o visitar más frecuentemente a los padres que están chochando con los nietos…
Me atrevo a afirmar que hay un momento en la vida de una mujer que puede ser un poco egoísta y dedicarse tiempo a sí misma, quedarse en la casa junto a un libro o con Netflix, un día de priorizarnos sobre el resto de la familia, pero sin cargo de conciencia. Hacerlo no nos hace malas madres ni malas esposas, ni malas amigas, al final de esa jornada estaremos más felices y contentas para seguir disfrutando de lo que nos rodea. Podemos empezar por redescubrir cómo llenamos nuestro tanque emocional y el de nuestros seres queridos, el libro Los cinco lenguajes del amor, de Gary Chapman, es una buena herramienta.
Así que en este mes que se habla del San Valentín, me he propuesto reflexionar sobre el amor a mí misma, pero sin culpas y ni castigos. Creo que mis hijas pueden aprender más de una madre feliz y reconciliada con la vida, que una mujer tremendamente sacrificada e infeliz.
Pero dado que este espacio es para inspirar, hemos invitado a especialistas que nos saquen de dudas y a otras mujeres que compartirán sus historias de amor al prójimo, de madre postiza y amor para toda la vida… Espero que lejos del debate, sigamos suspirando.
Comments (3)
Manuel Armassays:
febrero 4, 2019 at 7:43 amAdelante con tus sueños e inspiración
Marly Leonzosays:
febrero 4, 2019 at 9:37 am¡Gracias por ser parte de este crecimiento en mi vida!
¡El amor propio no se gana! | Ladrona de frasessays:
febrero 8, 2022 at 9:15 pm[…] También puedes leer Amor sin culpas y condenación […]