Estamos obligadas a enfrentar pérdidas de diferentes índoles que nos empujan a un proceso doloroso, donde los niños también son testigos y protagonistas del duelo.
Como adultos tenemos historias de pérdidas que nos han llevado a procesos de duelo que hemos enfrentado, esquivado o resuelto de buena manera. Algunos tenemos la primera experiencia cuando nuestra vida está empezando a otros les llega cuando ya son adultos.
Es necesario poner nuestra vista en los pequeños de nuestro hogar. Aturdidos por tanto cambio, quizás no hemos notado que los niños actualmente están enfrentando el duelo con más frecuencia, junto con la pérdida de la rutina, alejamiento de los amigos y familiares y la enfermedad.
Los niños, dependiendo de su edad, entienden la pérdida de diferente forma y le dan su propio significado, es usual que los adultos deseemos evitar que pasen por este sufrimiento y por ello evadimos algunas cosas que podrían ser útiles para vivir este proceso adecuadamente y donde nuestro lenguaje verbal y físico es esencial.
Los niños necesitan saber que a pesar de que están atravesando un momento duro pueden contar con nosotros, aunque estemos viviendo nuestro proceso podemos ayudarles a transitar por este nuevo camino. Escoger las palabras con las que hablaremos no se refiere a mentirles, es hablar en su idioma y a su nivel, evitando frases como: Dios se lo llevó, tenía que irse ya, no debes llorar, pues estará triste en el cielo. Estas expresiones crear confusión en su mente, pero sí podríamos utilizar algunas como: Está bien llorar y estar triste, pero iremos sintiéndonos mejor, estoy segura que quisiera estar aquí, pero ahora no está con nosotros.
Sí, suena un poco complejo pensar bien lo que les decimos en medio de nuestra propia lucha emocional, pero es vital que nos tomemos el tiempo para que los niños nos enseñen cómo viven esta fase, escuchar lo que piensan y sienten puede ayudarnos como adultos.
Otro factor muy beneficioso será mantener, lo más que se pueda, las rutinas existentes en el pasado, darles la seguridad de que lograrán estar bien, permitirles volver a reír, ser felices y olvidar el duelo aunque nuestra mente adulta no entienda la razón de que ellos puedan volver a ver todo bello cuando nosotros seguimos admirando un panorama triste y quizás desolador.
Lamentablemente todos los hogares, tarde o temprano, pasarán por un proceso de pérdida, por eso debemos aprender cómo transitar por ese momento y cómo acompañar sabiamente, principalmente a los niños pues este evento puede marcar sus vidas con dolor que los acompañe durante muchos años.
Hoy envío un abrazo al corazón de cada niño que vive un duelo, intentando que los pedazos se integren y su corazón vuelva a latir de una forma más sincronizada, acompañados de un adulto que también aprende a pegar los pedazos.
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