No quiero convertirme en la bruja malvada del cuento, sino al contrario, deseo ser parte del “vivieron felices para siempre”.
Hace unos días encontré un cuento cuyo título era La leyenda de la suegra que no se metía en nada. La protagonista tenía tanto amor y prudencia que la nuera deseaba que se fuera a vivir con ella y su esposo. De pronto, el timbre de la puerta sonó y la nuera despertó, así se dio cuenta que todo era solo un sueño.
El título de suegra es algo que da temor y hasta se siente ofensivo por la mala fama acarrean estas mujeres. Sin embargo, he de contarles que tanto mi suegra como mi mamá han sabido llevarlo con honor y fuerza.
Yo me he convertido en suegra por partida doble, dos de mis hijos se han casado, con un mes de diferencia. ¡Vaya experiencia! Y créanme que mi objetivo no es convertirme en la bruja malvada del cuento, sino al contrario, deseo con todo mi corazón ser parte del “vivieron felices para siempre”. El matrimonio de nuestros dos primeros hijos ha sido un cúmulo de emociones encontradas, nos duele la separación y al mismo tiempo estamos felices al ver nuestras oraciones contestadas.
Desde que mis hijos eran pequeños, la oración que, junto a mi esposo, hacíamos era que encontraran una pareja maravillosa, que los amara, respetara y sobre todo, que amara y deseara ser agradable a Dios con su vida.
Existe una historia en la Biblia de una suegra y sus nueras: Nohemí, Ruth y Orfa. Las tres se habían quedado viudas. Tenían un fuerte lazo de amor y amistad. Nohemí amaba a sus nueras y se preocupaba por su bienestar. Ruth y Orfa no la habían abandonado, a pesar de que ya ningún lazo las unía, pues sus esposos, los hijos de Nohemí, habían fallecido. Pero la relación entre suegra y nueras era como entre madre e hijas (Rut 1:6-17) Al transcurrir la historia, una de las nueras se queda junto a ella y me impresiona tanto, que más adelante se describe su relación así, “la nuera que tanto te quiere y que vale para ti más que siete hijos”. Es impresionante cómo se puede llegar a establecer una relación así de estrecha y crear vínculos tan fuertes con alguien que no nació de ti.
Estoy segura de que con la ayuda de Dios podemos llegar a amar a nuestras nueras y yernos como que si realmente fueran hijos nuestros y no aquellos que nos arrebataron o separaron de nuestros hijos. Al fin y al cabo “ya no son dos, sino uno” (Mateo 19:6), procurando ser entonces prudentes, sabios y entendidos de que son parejas adultas que inician su propio camino.
Ahora mi oración es que Dios me conceda ser una suegra y madre al estilo de Nohemí, que pueda ser de bendición para ellos en todo momento y no tropiezo para su familia, ni su relación. Que puedan contar y confiar en mi y en mi esposo, tal como nuestros hijos lo hacen. Que sepan que estaremos ahí para ellos, tanto como estamos para nuestros hijos. Deseamos amarlos y ser para ellos unos padres, sin jamás querer ocupar el lugar de sus propios padres.
Hoy doy infinitas gracias a Dios por sus matrimonios, porque uno solo puede ser vencido, pero dos pueden resistir. ¡La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente!
Comments (2)
Astridsays:
mayo 24, 2019 at 2:09 pmAmennnn ? que lindo yo quiero ser una suegra igual y que mis nueras sean como mis hijas y mi yerno otro hijo más que bendicion leerte.
Tere menjivarsays:
mayo 25, 2019 at 8:14 amCon mi esposo siempre oramos por dos buenas nueras,que sean temerosas a Dios,que quieran a nuestros hijos con sus defectos y virtudes,que no se expresen mal ,sobre todo que se amen….
No quiero ser como la bruja de los cuentos!!!!