Cumplir 50 años ha significado llegar a la cima más alta de mi vida, desde ahí he podido visualizar las múltiples batallas y logros de mi trayecto.
Lo primero que viene a mi mente es cómo sobrevivir a un cáncer me convirtió en una mujer resiliente. Luego, inevitablemente recuerdo con felicidad aquellos inicios de mi vida en familia donde no nos alcanzaba para el postre después de la comida. Esos retos, tanto económicos como de salud, han sido determinantes para fortalecernos y convertirnos en una familia unida: mis tres hijos convertidos en profesionales realizados.
El paso del tiempo ha sido implacable ante muchas pruebas, pero lo maravilloso ha sido aferrarme a Dios, tener fe y confiar en Él sobre todos los pronósticos o circunstancias. Él ha sido el salvavidas que me mantiene con firme convicción de seguir amando la vida, a mi familia y continuar en búsqueda del propósito por el que me permitió sobrevivir al cáncer en dos ocasiones.
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Ahora estoy en el mejor momento de mi vida, donde tengo tiempo para mí, hago ejercicio, disfruto el tiempo en pareja, viajo y paso tiempo en familia de una manera especial.
Un viaje en el tiempo
Recientemente tuve la oportunidad de regresar en el tiempo, hice un viaje con mis amigas del colegio, mis “Friends 4ever”, con quienes nos reunimos para compartir el sentimiento de vivir y celebrar los 50 años; la experiencia es algo que jamás olvidaré. Durante dos días, no fuimos mujeres de cincuenta años, ni esposas, madres, ni profesionales con títulos llenas de rutinas… solamente éramos amigas celebrando la amistad, la bendición de estar juntas y llenarnos de felicidad.
Entre risas y hasta llanto, recordamos tantos momentos, especialmente nuestras vivencias, tantos sueños -algunos ya cumplidos y otros pendientes-. En esas breves horas reconocimos que a veces hace falta regresar en el tiempo para recordar el día o la hora en la que nos planteamos esos sueños y anhelos, entender que es posible despertarlos y retomarlos, aunque hayan pasado diez, treinta o cincuenta años desde que nacieron en nuestro corazón. Ahora tenemos el carácter para reconocer que jamás será tarde para cumplirlos y dar chance para nuevas metas.
Me encuentro feliz de cerrar en este año, un ciclo importante donde estoy trabajando para alcanzar mi graduación universitaria, por satisfacción propia y la de mi familia; pero sobre todo para ser ejemplo de mis hijos y de muchas mujeres que aun piensan que al casarse ya no pueden continuar con la superación académica y se anteponen las excusas, críticas, el tiempo, la edad, la familia, trabajo, entre tantos otros factores; que aunque parezcan una dificultad, en realidad pueden funcionar como la mayor de las motivaciones y así́ terminar lo que iniciamos.
Sin duda este trayecto que se llama vida me ha hecho valorar lo que más importa: salud, tiempo y el amor de mi familia, pero sobre todo, Dios como el centro de mi vida.
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