Una persona herida hiere a los demás; una persona amargada, amarga a los demás.
Es difícil otorgar el perdón a alguien más cuando no somos capaces de perdonarnos a nosotras mismas. Muchas veces queremos que las personas actúen según mis expectativas, mis deseos o mis heridas.
La gente no te hace cosas para dañarte, las hace y tú decides si te afectan o no. Vivimos en un mundo lleno de dolor que se ha transformado por malas decisiones que los seres humanos tomamos. Por lo general, nuestras experiencias están marcadas con dolor, de tal manera que empezamos a crear patrones de conducta inconscientes que nos hacen actuar y vivir de forma inadecuada.
Permíteme que te plantee preguntas que revelarán información para entender el contexto que te llevó a ser como eres. ¿Sabías que las condiciones del embarazo que tuvo tu madre determinan tu forma de ser? ¿Fuiste deseada y planificada? ¿Tu proceso de gestación fue óptimo? ¿Cómo fue tu nacimiento y el ambiente en el que creciste? ¿Alguno de tus padres falleció? ¿Tu familia atravesó alguna quiebra económica que te llevó a experimentar necesidades financieras? ¿Viviste el divorcio de tus padres?
Ahora enfoquémonos en la etapa escolar. ¿Cómo fue tu incorporación al colegio? ¿Fuiste aceptada o rechazada? ¿Cómo era tu apariencia física: bonita o poco agraciada, regordeta o esbelta? Y tu primer amor, a quien le diste todo con la esperanza que te correspondiera ¿terminó engañándote, lastimándote o abandonándote?
No es fácil tener todas las respuestas y que éstas sean satisfactorias, al contrario, verás que cada experiencia marcó tu vida. A lo mejor las heridas vinieron acompañadas de resentimiento, odio y falta de perdón que produjeron amargura profunda en tu corazón y te llevaron, una y otra vez, a resolver el dolor a tu manera, a buscar la felicidad en tu forma rígida de pensar y actuar, es así como cometiste errores frecuentes en cada circunstancia.
Por eso me atrevo a invitarte a que empiece tu proceso de perdón a ti misma. Hannah Arendt decía que “el perdón es la llave a la acción y a la libertad”. Es un proceso interno en donde no hay explicaciones ni justificaciones. Si no empezamos por nosotras, difícilmente perdonaremos a quienes están relacionadas con nuestro dolor o problema.
Recuerda, una persona herida hiere a los demás; una persona amargada, amarga a los demás y aunque sí es es posible que alguien con conocimiento de causa quiera hacerte daño, producto del daño interno que tiene, también es posible que lo haga por ignorancia.
¿Dónde inicia la restauración? A continuación, los pasos para empezar tu propio proceso.
- Atrévete a hacer un inventario de las situaciones que en este momento son motivo de dolor, incomodidad y molestia. Piensa que lo que te molesta solo es la punta del iceberg de un sinnúmero de situaciones que no has podido arreglar desde hace mucho tiempo.
- Acepta tu situación actual y aquello que te llevó a pensar, sentir y actuar como lo haces.
- Siente el dolor de la situación actual y de lo que la provocó. Se vale sentir enojo, tristeza, impotencia, frustración y duelo. Hazte un favor, date permiso de sentir estas emociones y exteriorízalas.
- Aunque no lo creas, es necesario que agradezcas lo que has vivido. Sí, así como lo estás leyendo. Cada persona, situación y pérdida han sido oportunidades para convertirte en la mejor versión de ti misma.
- Cuando aceptas tu situación actual, cuando has sentido el dolor y experimentas el agradecimiento, entonces es tiempo de soltar, no es necesario que el dolor siga siendo parte de tu vida.
Es probable que debas llegar a repetir cada paso para garantizar que cada uno lo has resuelto a tu favor. Pero al final te quedas con la mejor parte.
Te recomiendo que te hagas acompañar de alguien que te apoye espiritualmente, emocionalmente y si fuese necesario físicamente. Esto es medular en el proceso de perdón. Sé que esta introspección es dolorosa, por eso es necesario que te tomes de la mano de Dios, él no falla, no abandona ni traiciona porque nos ama infinitamente y nos diseñó para ser felices.
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