Los hijos son como saetas o en nuestras manos y para lanzarlos es necesario que nos ejercitemos y disciplinemos en oración para que Dios nos revele Sus planes.

Me gustan mucho los deportes. Soy fan de las mamás que inscriben a sus hijos en clases de algún deporte y se esfuerzan día a día para que cumplan con la disciplina y la constancia del ejercicio que están realizando.

Hace muchas décadas, durante varios años practiqué atletismo. Mi entrenador “Carlitos”, a quien recuerdo con mucho cariño, sugirió que por mi estatura y condición física podía entrenar el lanzamiento de jabalina. Acepté seguir su consejo y tengo que reconocer que no tenía idea de cuánto iba a disfrutar de esa disciplina y de los entrenamientos que recibí que después de un tiempo me permitió ver mi avance, cada día y cada semana mi jabalina llegaba un poco más lejos mientras yo adquiría más fuerza e iba mejorando

Para quienes no están familiarizadas con esta disciplina debo decirles que la jabalina está hecha de metal y es la fuerza del atleta la que la impulsa a llegar lo más lejos posible en un lanzamiento que debe realizarse en 60 segundo. Se requiere de muchos entrenos, resistencia, concentración y fuerza. Los mejores récords y atletas de jabalina están en República Checa, China, Kenia, India, entre otros.

Uso la figura del deporte para que hablemos de nuestros hijos y de cómo la preparación, la disciplina y esfuerzo que pongamos podría hacer la diferencia para que los lancemos muy lejos para que su camino sea cada vez mejor.

Dice la Palabra de Dios: Como flecha en la mano del guerrero, así son los hijos que se tienen en la juventud (Salmo 127:4 BLP). Un día meditando justamente en este Salmo me puse a pensar en la importancia y relevancia que como padres tenemos sobre nuestros hijos.

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Soy mamá de dos niñas, de seis y siete años. Siempre he querido poder lanzarlas muy lejos y que puedan llegar mucho más alto y mucho más lejos de lo que nosotros con mi esposo hemos podido lograr llegar. Hice un tiempo para estar a solas y meditar en esto justamente y le hice una pregunta a Dios: “¿Señor cómo puedo hacer para lanzar a mis hijas lejos?” Dios en Sus maneras tan especiales y claras de hablarnos me trajo varias respuestas aclarando mis dudas.

Convencida de esto te puedo asegurar que nuestros hijos son más de Dios que nuestros. Tuve respuestas importantes que me llevaron a empezar a  interceder aún más por mis hijas. Llegué a reconocer que todo aquello que lo natural no lo puede lograr, lo sobrenatural de Dios sí lo puede lograr.

He aprendido a ver a mis hijas como Dios las ve, busco siempre que cumplan Su propósito y asignación en la tierra y me esfuerzo por darle a Dios hijas con las cuales El podrá contar siempre.

Querida mamá, hablar con Dios, interceder y orar trae transformación a nuestras vidas. Debemos tener nuestro tiempo de oración y ese lugar en donde Dios trabaje con nosotros y revele a nuestro interior lo que debemos de hacer.

Dios me aclaró: “tú eres mi voz en la tierra para tus hijas, ellas llegarán tan lejos como tú lo declares y como tú te esfuerces por enseñarles principios y valores”. Entendí que somos los representantes de Dios acá en la tierra y que nuestros hijos reciben cada vez que hablamos sobre ellos un decreto. Lo que atemos o desatemos sobre sus vidas se cumplirá.  

Es por esa razón que me levanto todos los días a interceder a favor de ellas. Creo en la constante oración y en el poder de interceder. Nunca olvides que todo clamor tendrá una respuesta de parte de Dios.

Tus hijos son como saetas o flechas en tus manos esperando que los lances y lleguen más lejos a su destino.